domingo, 6 de noviembre de 2016

miércoles, 31 de agosto de 2016

En estas extensiones

En estas extensiones que vienen mientras tanto, en estos apuros de mimosas que no saben cuándo florecer, vive cerca un río, un río que surca por los humedales imaginarios del amor.
Es este río una plegaria que se junta con el agua. Es sangre de pájaro invisible. Es el semen que entre tus piernas desciende y se convierte en la hostia de la consagración.
Como el Cristo camino sobre el mar. Se me llevan los acuciantes cantos de sirena que trato de escuchar entre las olas. Me dicen que estoy viva y que te amo.
Amor de muchedumbre, ¿entiendes la palabra que llena el corazón? Es de mimbre, y al mimbre pertenece.
Llegas hasta mí en un caleidoscopio donde miro la pureza. Hay un ansia en la piel que me transita, un deseo que lleva en su sustancia un rojo inaprensible, un rojo que libera todas las pasiones, todos los encuentros, todos los instantes en que la sangre abandona su corriente y se traspasa por los ojos, atraviesa tu mirada y se cuela por los intersticios de tus labios.

martes, 30 de agosto de 2016

Llegué del glaciar

Llegué del glaciar del norte y me acurruqué en tus brazos. El hielo me besaba. El hielo concernía esas primaveras que ya se sucedieron, y que plantaron nubes en tus labios.
Mi amor, en este abrirse en este agosto que casi cesa de latir hay una línea diáfana que cubre el mar y lo aleja del horizonte. Flota como un muerto flotaría en los alrededores de la espuma.
En esta muerte necesaria que precisa un colofón te siento en mí, dentro de mis interiores más profundos, en medio de mis vísceras, en mis entrañas más ocultas. Eres tú el que viene, el que se esconde dentro de mi piel, en el bolsillo en que me fulguró la piel para anochecer en ti la misma noche que te prende.
Mi Amado, que eres más en mí que todavía soy en ti, no me importa llegar hasta la luna, no me importa el hambre de mis piernas, la sed de mis corazones, la sangre que es inmaculada pues me besaste, amor, entre tu boca. No me importa, te dije, el andurrial más violento, el cielo más sumergido entre lluvias que humedecen el barro.

lunes, 29 de agosto de 2016

En estas sucesiones

En estas sucesiones, en estos nidos que auscultan la trayectoria del sol, hay un sólo itinerario, una sola senda que lleva hasta los resquicios por donde tu sombra seduce los almendros.
Hay un jarrón con agua. Es una jarra andina, que caminó con las llamas que balaban y que se cosían con la lana pedazos de su alma.
Mi amor, ¿sabes que la nube oculta el plenilunio? ¿Sabes que la piel del lobo esconde sus secretos? ¿Y que en el ronzal ardiente sube la temperatura y con ella el clímax se alcanza repentinamente, como un galgo que se fumase una anaconda?
Miro cómo pasa el reducto del amor. Lleva en sí la semilla de la lluvia, el arco que se doró en un torneo áureo, el oro que olvidaste y que me diste con el pie en las espuelas.
Me dueles en estos humedales. Me dueles, mi amor, y te sé, y sabiéndote te sé más todavía. Me llueves, mi Amado, y entre esas horas en que la aurora sigue persistiendo, te emplazo a venir, mi hombre, desde el azul en que tus ojos acontecen.

domingo, 28 de agosto de 2016

El transcurrir

¿Oyes cómo transcurre el mundo? La brisa se me pega en la piel y se amuralla, como un transcurrir cercano en este cuerpo que se llena de ternura.
La ternura, amor, tú me la diste. Me entregaste una caléndula y la planté entre mis pechos. La regué con pedacitos de mi carne y entre los pies derramé un trozo de espejismo, una visión, para que me los lamieras, para que mis corazones latiesen en tu boca.
Mi Amado, qué sucesos llegaron a entreabrirse entre tus labios. Quedé desnuda con tus besos, desnuda de deseo y de memoria, desnuda sola con mi sangre, y llena de una penumbra luminosa.
Qué metales estallaron en el descenso al inframundo. Cómo Perséfone esperaba que llegase el luto del invierno para vestirse con las flores que contiene la germinación del frío.
Entre los ramos de las rosas, entre los líquenes habita un amor que es deseo, y un arlequín se viste con la furia de ese tiempo que nos vive, y que se lleva la eternidad entre sus labios que besan a la muerte y la concitan en lo más profundo del Hades.

lunes, 11 de julio de 2016

Los recuerdos

Mi Amado, los recuerdos se escapan en un transcurrir del mediodía cuando el sol ha diluido la memoria. En la memoria vive la nostalgia de un acontecerse entre las flores cuando el amor viene primero y lo vemos vislumbrarse entre el asfalto.
Mi Amado, cómo huyen los deseos. El deseo es el humo que se va entre las cenizas de una calle abandonada, cuando mis hombros se adormecen porque duermo entre tus brazos.
Amor, ¿seré como esa golondrina que vuela junto a ti? ¿Me crecerá la hierba entre los labios y mi beso permanecerá en tu boca? ¿Me llorarán los días y sus lágrimas anochecerán el hálito de las norias?
Si yo te amo más allá de la negrura, y la negrura es de materia transparente, ¿transitaré las ensenadas con tu nombre?
Y si desciendo al Hades y te beso, ¿se quedará mi lengua para siempre en las profundidades del frío?

domingo, 10 de julio de 2016

Hay un aurora

Hay una aurora que persiste en ser aurora. Hay un camino que se abre al alba, que tiene un olor a espliego y que incide en las amapolas.
Mi niño, te nombro entre el barro, en los lodazales me quedo con el agua, y en ella permanezco.
Tú eres mi oro y mi consigna, la solidez del aire, la respiración de esta piel que te concierne y que en ti se vuelve hermosa.
Los labios se callan el silencio. El amor es el beso que se espera entre los labios, la languidez de estas horas en que el corazón se duerme.
Mi hombre, los corales infinitos acompañan este mar que se riza en la costumbre. Este mar que desvanece las sombras de su fondo entre los pétalos noctámbulos de unos peces que se ciegan.
Entre los nenúfares te envuelvo con mi anillo. Las flores te lo dan y me enamoro de esas flores que te lloran, mientras los árboles me dan lo que queda de tus lágrimas.

jueves, 7 de julio de 2016

Me lleno de tu hálito

Me lleno de tu hálito. Estoy sedienta de ti, y enamorada. Me devoran las horas en el día y la luna me posee cada noche en que el lecho está vacío.
Mi hombre, si te lloro te recuerdo entre mis lágrimas y eres agua, si me río recordándote eres como un árbol inmenso, con sus hojas, sus ramas y sus pájaros, y si sólo te recuerdo eres el mismo amor que me sostiene.
No sé si el amor puede sobrellevar la muerte. Si morir en ti sería la maravilla que imagino. Si morir por ti sería la mayor de mis consecuciones.
La muerte misma se enamora. Es lasciva, y todos le gustamos. ¿Es especial una muerte u otra muerte? ¿Habría poesía si ella no viviera?
Mi niño, me cantas en las manos. La piel se me sucede entre violetas y espejismos de otras flores, la piel se me acaricia y es la noche quien me da sus besos más ocultos, los delirios de esas estrellas que brillan sin cesar en nuestra mente.

sábado, 18 de junio de 2016

En los besos

Qué hay en los besos que son como umbrales descendidos, cuando tus labios se aproximan, cuando los míos se te acercan, cuando nos cruzamos la boca en nuestros cuerpos. Te lamo las ingles y la caricia más íntima se da en la boca.
Se da en la boca con un ramo de flores. Con toda esta luz que se confunde en las horas oscurecidas de la noche, cuando allá arriba corren los pétalos de los astros que transcurren en su propio transitar.
Lucho en esta arena con mi propio corazón. Desdoblo las campanas. Desciendo a los abismos, donde sé que el amor es como un ángel que cayó entre la ternura y no puede desasirse de esperar en lo invisible.
Mi Amado, qué tormenta hay allá arriba, que los rayos no me alcanzan. Soy una Sémele que mira desde lejos los resplandores del dios.
Le doy los dones a Afrodisia, que despertó de entre mis piernas. Cogió amapolas y las cubrió de semen.

miércoles, 15 de junio de 2016

Tengo en los labios

Tengo en los labios un beso para ti, para que duermas. Te dormirás y te miraré dormir desnudo. Entraré en tus sueños como la que te ama más, como la que viviría por ti el claustro de tu ausencia.
Por ti soy hermosa porque mi alma se embellece. Por ti soy la vida que me nace entre las piernas. Por ti soy la muerte que me aguarda.
Las ninfas rezan el rosario. Dejaron de ser vírgenes hace tiempo y le oran a María, que era mujer y las amaba.
En mis recuerdos se avitualla la memoria. Desciende de la cumbre del olvido y va recogiendo sus maletas, va guardando la vida en la pared por la que baja.
Reposa en la cueva y sigue descendiendo. Entre las rocas se encuentra en el deseo. El deseo es un barranco sin espadas. Sólo el mar espera al otro lado. No hay más que mar y nos mira, magnífico en sus rosales.
Como un corazón que surge en la profundidad, se alza el abismo que espera transformarse en cielo.

sábado, 11 de junio de 2016

Amanecerse

En este amanecerse se recorre la piel que se te entrega. Como un sol que llueve, como una sangre que poco a poco va avanzando, se nos cruza el iris de los ojos en una mirada llena de verdad, en una mirada que aprisiona en las pupilas el corazón del otro.
Tú, mi corazón. Los campos son baldíos a tu lado. El cielo es menos azul que son tus ojos. Las flores huelen en tu cuerpo, y en tus huesos se reflejan con los tallos.
En la almohada veo cómo tu pelo cae entre mis uñas. Te lo peino, y te beso en esa piel que me concierne, que es más mía que mi misma piel y mi mismo pelo.
Entre tus ingles me abandono. Sé que siempre estarás, junto a ese rojo que el cielo es por la mañana, en esa aurora en la que creces, dentro de ese sol que me contempla desnuda entre tus brazos.
Qué reliquia mayor que un pétalo, que derramarse mayor que el beso, que unión en el alma con una lágrima que derritió el deseo.

viernes, 10 de junio de 2016

Se me llevan

Se me llevan el negro de mi corazón. Me lo roban. Y lo necesito para amarte, para ofrecerte mi blancura.
Qué haré sin ese negro que transita por la noche. Qué haré sin esa espada que Damocles puso sobre mí. Qué anunciaré cuando me duerma y el sueño se vengue de mis posesiones del cielo.
¿Con qué lágrimas lloraré la tempestad? ¿Qué soledades me vigilarán desnuda? ¿Qué oscuro tramo del camino se me vedará, como si mis pies no pudiesen pisar el barro tenebroso de los montes?
Mi Amado, coge el águila y pídele que vuele sobre las simas, que descienda en el abismo y que busque en el vacío la negrura, y me la devuelva entre ramitos de azahar.
Me la inocularé en las ingles, para tener de ti hasta lo más fiero, todos los matices del odio más abyecto, todos los detalles del dolor.
Ansío vivir y ansío amarte, mi niño de relojes, mi hombre de espejos amplios y de azogues donde los ojos de Dios se transparentan.

jueves, 9 de junio de 2016

Añoro

Añoro el tiempo que no transcurre, el deseo que se enciende en las horas prístinas de este verano que vuelve con sus claros y sus amapolas.
Añoro el tiempo que vivo sin ti, y los instantes me desviven como la misma sangre que me recorre como si fuera la misma penumbra.
Mi Amado, si estuvieras aquí, al lado de estas flores que se derraman en mi carne como niñas hambrientas, sería la mujer que he sido entregada al laurel que pongo en tus manos.
¿Qué hay en mí que es como una mina, que debo descender por la escalera a buscar el diamante que pongo en tus ojos?
¿Qué cristalina fuente es como un río que se llena de crustáceos, que se llena de líquenes y que en el musgo encuentra su reposo?
¿Qué rosa me crecerá en la piel, qué sombra de la rosa me alzará al lado de un cielo proceloso que niega las corrientes?

miércoles, 8 de junio de 2016

Se me vierten

Se me vierten los instantes. Se me llenan. Son como una caricia de nenúfares, como un derramamiento.
Se humedece el tiempo entre las sendas de un caminar entre los árboles, entre árboles que agachan la mirada para poder llegar antes al cielo.
Arden las sendas que traen el luto de las conmiseraciones, cuando el duelo se une al despertar, cuando el amor adolece de la pureza prístina del deseo.
El deseo se convierte en un mar lleno de la sangre viva del Cordero, se convierte en palabra que azulea en tus ojos como un mar sediento, es como una esmeralda cuando le quitan el negro de la mortificación.
En nuestros corazones vive la corriente, vive en manantial que todo recorre en su agua mansa, en su agua blanca de contornos grises, que se vive en sus grises y se calienta en los grifos donde va a parar en esas casas sin porticones ni cortinas, sin techo bajo, sólo iluminada por los astros.

martes, 7 de junio de 2016

Hay un río

Hay un río en el estrecho del silencio. Es un río sin rumores ni corrientes. Fluye despacio y sin desembocadura sigue eternamente su fluir entre los corazones de la tierra.
Es un río que no refleja los espejos. El agua se mueve con la aurora y duerme por las noches. Es un agua mansa, de bello despertar y de sueño inmenso.
Ese río es el amor, y en su cauce vive un deseo calmo, una fuente que es manantial que arde, y que se convierte en caricia, en piel de llama y en reflejo de un Dios que sueña el mundo.
Ese río es el alma, que se incendia cuando se enamora, que recoge las flores del corazón y las mantiene mojadas, las llora con su hálito y las siembra en los mismos pedacitos de la fragua.
Como un océano que detiene sus pasos y que termina allí donde nace el hielo, el río sigue su transcurso por los páramos, con el lodo que arrastra y con las piedras de una aridez extrema.
Así vive el amor, inmerso en su contrario, así el deseo que se llena de nada, y el vacío intenso que también se llena de su enemigo que lo transforma en agua.

lunes, 6 de junio de 2016

Renacen

Renacen en ti las amapolas. Me llenan el vientre con tus ojos. Me llena las ingles tu mirada.
Cómo el espejo me muestra la memoria, cómo concluyen las aristas la circunferencia del adiós, cuando despediste a la muerte conquistada y le diste eternidad.
Mi Amado, sientes el batir de las estrellas. Cómo concilian su camino con el negro vacío de la nada. Cómo bifurcan sus fusiones de brillo y de basalto. Las cadenas son como esas esclavas que ignoran su camino, se amarran en la nave, y el timón les huye de las manos.
El amor se sucede despacio. Es como una aceleración del infinito. Se abisma en el frío que lo niega y se siembra por debajo del corazón, como si los cereales alimentaran sus encuentros y la noche llevase a las alimañas junto al río en el que corre.
Como en un sueño levantas las antorchas. Las riegas con el fuego. Las humedeces con tu esperma. Son teas furiosas, y en el canto se oyen las luciérnagas. Respiras el humo de las consagraciones de los cuerpos desnudos que se aman por encima del cielo.

sábado, 4 de junio de 2016

Dejaste el jardín

Dejaste el jardín a mediodía. Te fuiste por el camino más largo, por donde viven las secuoyas. Las nubes encontraron su rumor entre los árboles. Se decidieron a ser nubes y a escalar sus posiciones en el cielo, que derramaba su azul por donde el verde era más verde todavía.
En el aire había un hálito poderoso. Un alumbrarse entre las ingles. Un nombrar los espectros del día que se quedan en el pecho y alientan los nudos del corazón.
Te marchaste dejando las huellas en mis manos, tus huellas que me comían en los ojos, como cuervos desatados, como sombras en el día de mi muerte.
Te pedí una última estrella, y me besaste. Me besaste contra el olvido, contra la ausencia, contra el mundo que se desparrama entre los mares y no quería regresar donde mis pájaros.
Tus ojos me alumbraron el deseo. Apareció como una marioneta, como un pedazo de madera que viviese en su propio transitar, como un pequeño espacio en que la nada se cebó, y dejó su semilla verdadera que me creció en las pupilas.

Hay una nebulosa

Hay una nebulosa que me espera. Se me cierne en el ombligo, y me dispara. Soy como un cañón, como un obús que cae entre tus brazos.
Entre tus brazos rememoro aquellos días en que todo era una estrella, en que la vida se nos agotaba en los instantes, porque en ellos se agolpaba toda la sangre y la metralla.
Amor, las armas me sostienen. Soy como un fusil cargado, como una pistola llena de balas, como un mortero, una bomba que cae desde el cielo.
Caigo junto a ti, junto a tus pasos, junto a esas huellas que dejas en el suelo, junto a esa tierra que habitas como un niño, junto a tus castillos de arena y a tu plato de acelgas.
El amor se sostiene entre telares que tejen las sombras. En ellas se mantiene. De ellas es el duelo de los pájaros, el sostén de los milagros, el Cristo que se levanta de la tumba, el olor del cierzo y de la espuma, el deseo de ser y de llegar hasta lo alto, de besarte en la boca y en los labios, de follarte contra el tiempo, de devorar tus huesos y de ser tu cuerpo.

viernes, 3 de junio de 2016

Moriré

Moriré por ti, a las diez de la mañana. Sonarán los campanarios. Se elevarán las elegías. Llorarán los pájaros que canté y el mar sollozará todas mis lágrimas.
A las diez de la mañana me pisarán los galgos de la muerte, los que la alevosía atravesará en mi destino de arena desangrada.
Moriré por ti y en mi sonrisa quedarán los dientes, conmovidos por la manzana que guardé por desearte.
Eres todo mi motivo, toda mi acechanza. Un deseo brutal de poseer en mis ojos tu mirada. Un anochecerse entre ese cielo amanecido que conserva la blancura lunar en sus desvelos.
Moriré por ti en la mañana, allá a las diez, cuando ya se ha comprado el pan y los semáforos cambian de carril, cuando los coches están aparcados frente a las casas de labor, cuando el amor se esconde entre los pliegues de la carne y se convierte en un tesoro oculto, en el mayor de los amores, en ese transitar oscuro desde el humo se transformó en ceniza.

jueves, 2 de junio de 2016

Mayo

Mayo está a punto de morir. Me pongo las sandalias. Piso por tus huellas, cuando tus labios morían por la sed de entrarse con los míos.
En la acera se van los tulipanes. Alguien los plantó con la alegría de derretirse con sus hojas; alguien los sumió en la más pura oscuridad con los jazmines.
Nocturna me desvelo entre tus brazos. Desnuda te persigo, y en mis dedos se acaban las plegarias.
Los crisantemos florecieron en la dehesa de la orilla. Como en un río recorrieron los lugares donde despertaron las mimosas, y ahora que el invierno ya murió, su sueño vivifica primaveras.
Cómo luce el amarillo entre la hierba. Las olas extienden tu mirada con el mar en el fondo de tus ojos.
Los pétalos rojos son sagrados. Fluyeron y cayeron desde el cielo. Dios los consagró, cubriéndolos de esperma.
Qué ángel visitó todas las tierras que se envolvían en tus pies. Qué hielo sofocaron tus pisadas. Qué desnuda quedó la escarcha entre tus besos. Qué mina de amor me has ofrecido.

lunes, 30 de mayo de 2016

Tus ojos

Tus ojos me desnudan lentamente. Poco a poco se va uniendo tu mirada en la desnudez que me transciende. Desnuda soy la más hermosa, porque tus pupilas me entregan la belleza.
Soy para ti, para que juegues con mis dedos, para que respires el aire que respiro, para que la sangre se encabrite como un potro abandonado, para que surja el rojo de la guerra y entre los muertos te encuentres con mi pelo.
Se venden todavía las naranjas. En los mercados se apilan con cerezas y con fresas aunque noviembre nos dejó. Su jugo me resbala entre las manos, y te lo doy, con todas las certezas, para que me bebas la piel y la acaricies con tus labios.
Mi hombre, bendito es mi cuerpo bendecido por el tuyo. Enigma mi carne en el enigma de la tuya. Misterio irresoluble que también se nos desnuda por la carne, cuando nos amamos resistiendo el frío. Amor de precipicios donde la desnudez es el todo que nos une, donde las ingles se expresan en el lenguaje antiguo de ese pensamiento que quedó sin las palabras.

domingo, 29 de mayo de 2016

Me reciben

Me reciben los recuerdos. Se me amontona la distancia. Eres como un pálpito donde el corazón se ha cansado de girar, y se detiene, porque espera tu regreso.
Mi Amado, me resides. Estás en mí y me permaneces mientras yo también te permanezco.
Eres el cristal que mis ojos precisaron, eres mi necesidad más abyecta y más sublime. Eres la montaña de las flores que el cielo me puso en el camino, estás en la misma sangre que me atraviesa la piel, y en las cimas de la piel me rememora.
El Réquiem me recorre. Mozart surge entre las diosas. Se me pone entre los dedos y me abrasa este interior enamorado. Me abrasa este lenguaje de lluvia, de mes de mayo, de esta primavera que vino con la serenidad del beso que entre los labios muere.
Es cada atardecer una agonía pura. Un manto de sangre por el cielo. Un latir de gaviotas cerca de este Mediterráneo que enmudece su rumor de algas, de dádivas de agua.
Mi amor, este mar me pertenece. Le entregué mis naves, le di mis posesiones. Dejé que su espuma me clavase en esta cruz que el alba me reflejó en las ingles.

viernes, 27 de mayo de 2016

Cómo devoro

Cómo devoro tus ausencias. Cómo tu semen se me implanta en las terminaciones, al lado de un corazón que vive en la infinidad, invulnerable por la caída del Verbo.
Cómo se me revisten las antorchas que visibilizan los caminos de la muerte.
Qué lados encontraré en los matices de este amor que es llave y es consciencia de ser llave, y es como un ancestro de la visión que se recibe entre murallas y que sobre ellas explosiona.
Eres mi Walhalla, allí donde los hombres como tú son coronados, son expuestos a la lumbre, y con la espada que surge de la fuente cortas el agua que me dio un lenguaje desde el cielo.
Mi Amado, pasan las carreteras, se van las estaciones. Mayo casi finaliza. Las perlas de Ormuz siguen en sus ostras y el niño mexicano sobrevive.
Mi Amado, mira cómo mi cuerpo permanece eterno en el ansia, con un deseo de ti que es como un hambre que a veces es señuelo.
Mi Amado, eres el alma del fuego para parir el alba.

jueves, 26 de mayo de 2016

No puedo

No puedo ver las amapolas. El tren se va deprisa. Pronto llegará sobre sus ruedas.
Cabe el café en una sola mano. Cabe el café en la amapola.
Sé que la luna brilla entre tus pies. En una ancha luna, enrojecida entre los fogones del Hades. Y el carbón antiguo, el negro carbón que alimentó esos relojes traspasados, se tiñó de tiempo oscuro.
Pero, ¡qué rojas son las amapolas! ¡Cómo convierten la penumbra en un deslizarse quedamente de lo negro!
Cómo la raíz se prende de la tierra, se aprisiona, y queda encerrada bajo el alba. Cómo el deseo la construye lejos de los matorrales y su ansia.
¡Qué bellas son las amapolas, que aparecen sin pensar y mueren sin crecer!
Árboles y piedras, anaqueles de metal, furia acartonada, bandera de flores, ramos de horas, ¿dónde estás, que sólo me aparecen las ramas y las hojas? Mi amor, un río me atraviesa.
Veo las amapolas en el agua. Miro cómo resucitan.

lunes, 23 de mayo de 2016

El cielo

El cielo está gris, como tu pelo. Hay nubes que lloviznan, y en voz baja se desnudan los arcángeles.
Me miro el aura. Es amarillenta. La quiero roja para ti, para que esta lava cincele los asfaltos y se incruste por la noche entre las sábanas.
Eres el deseado, el Mesías más ardiente, puro fuego entre las zarzas. Eres el inquieto, el que conoce todos los ángulos de mi cuerpo. Eres el doliente, el que llora las mañanas en todos los rincones de mi sangre.
Adoleces de ese blanco lunar que nos respira. Como una estrella en su dolor estallan las conspiraciones, los vestigios de los ojos de los santos, los minerales que el olvido olvidó entre sus enseres.
Hay una lumbre en el amor que no se muere, mi niño, entre tus brazos. Se me refleja entre los dedos, y en la penumbra me brillan, y en el ansia.
Se anegan los nenúfares como rescoldos en el agua. Absorta en su perfume te recuerdo, amor, en esos besos que me dio la madrugada, y que tiñeron mi latir con el negro más puro de un vacío que se llenó con las flores del barranco.

domingo, 22 de mayo de 2016

Me recorre el laberinto

Me recorre el laberinto. Se me inmiscuye. Es como un rodar por la autopista hasta tus ojos.
Me lleno de ti, de tu color, de tus albas y tus noches, del escarlata que amanece y del púrpura que a la medianoche se propaga por el cielo.
Me incita la penumbra. Me incita a iluminarla. A crear con sus brumas el solsticio, el que vendrá entre las hogueras que derramarán su fuego en el horizonte de tus ojos.
Hiedra bendecida, creces en los arrabales del amor como los crímenes, como las malignidades que acechan en la orilla, y como las latitudes en que el mar es alabanza te deslizas en mi cuerpo y acometes la misión más cruda del destino.
El destino es azul, como tus ojos. Está envuelto en firmamento. Sigue la senda alada de los cielos.
Como un entrecruzarse de aromas volcánicos, terribles, eres derramándote en mí, en esta piel que te anhela más allá de todo el tiempo, más allá del deseo que engendró este amor que me sostiene, feliz, en la alegría.

sábado, 21 de mayo de 2016

Caín

Caín se derrotó entre sus manos. Se llevaba el espejo de su cara, sus crímenes y su desasosiego cuando vio caer la sangre de su hermano que era inocente como la sangre del Cordero.
Mi sangre también es inocente. Y tu sangre es pura como el río que la nieva, su idiosincrasia de oleaje, y sus brumas perfumadas.
¿Sientes cómo labro junto a ti el cauce y lleno su caudal con el aceite que desprenden las antorchas? Quiero manchar las aguas puras, las virginidades, las santificaciones, los umbrales de esa Jerusalén que se enamora de las hojas del olivo.
Quiero manchar la lluvia que nos desciende hacia el abismo. Mancharlo todo con mi sombra, con el cayado que Edipo recogió para alumbrarse, para proseguir su llanto en el camino.
Sé que el amor es una circunstancia. Amanece en el amor como un milagro una ala de gaviota. Se enreda entre las huellas que dejó con su esqueleto, deja sus huesos separados.

viernes, 20 de mayo de 2016

La luna

La luna está en la senda, y la ensombrece con sus mares sombríos. El agua de la luna es dulce, como dulce es el sabor de tu sangre y de tu semen.
Oscurece la senda desde el cielo. La coloca más allá de los astros, sumida en la oscuridad de las estrellas que refulgen en sí mismas.
La luz no crece más allá de su propio resplandor, y se ennegrece.
En ti la luz es sol de mediodía, ese sol que alumbra los rincones más oscurecidos, más atávicos. Eres el instinto luminoso que entró en el corazón y lo convirtió en serpiente.
En los sedales caben las preguntas. Se deslizan por el agua y llegan a su fondo. Ven en las profundidades más allá del negro de las olas. Se deciden a vivir en la soledad de sus fusibles.
El amor es una molécula misteriosa que se desprende de los átomos. Es una partícula que baja desde el cielo. Es una nube donde caben las piedras y la lluvia. Es una guerra que se desata en los umbrales de todas las pacificaciones.


jueves, 19 de mayo de 2016

Transcurro

Trascurro entre oquedades húmedas, entre desiertos acallados, en un silencio que se nombra y que a sí mismo se oscurece.
El amor es como una liana gigantesca que circunda el mismo bosque en que divide los pasos de los árboles.
Cogiste mis fragmentos, y soplaste. Se esparcieron por el mar, y cuando nadé los vi entre los pecios de todas mis derrotas.
Me desnudé de espuma y los uní, mirándome en tus ojos.
Cubriste mis muslos con helechos, vestida con el barro y con la hierba que te creció en las ingles.
Recité una letanía de presagios. Había un deseo de envolverse con esa arena que las rocas dejaron tras de ti. El cielo despertó de sus sonrisas y lloró el pigmento de tus ojos.
Devuelves los escombros a la nada, y la nada se quedó sin sus escombros.
Llueve la palpitación del mundo que engendró las nubes.

miércoles, 18 de mayo de 2016

El cielo

El cielo es intensamente azul en esta anochecida. Cerrará los párpados, será negro, dormirá, y soñará que es madrugada con toda su negrura.
Yo también cierro los ojos y te miro entre penumbras, entre claroscuros y en las velas que prendo para amarte, para desear estar entre tus brazos y comer tus besos, devorando los cristales.
Tu piel es una noche amanecida, es un rosario de hileras preciosas, es un oro que cae de tu pelo hasta el vello de tus ingles.
Mi Amado, creces en mis lunas.
En un jardín umbrío apareciste, entre sedales y entre cañas, y como un pez de tierra te avanzaste entre mis pies, y los lamiste, y yo te lamí los corazones de tus rosas.
Amor, entre mis labios derramaste todo el rocío de la aurora, el líquido que llevas en el pecho, ese sudor que la piel siente como suyo y que termina entre mis piernas.
Amor, qué noche me traerá la mirada que encierras en tu espejo.


martes, 17 de mayo de 2016

Los arroyos

Me viven los arroyos. Bebo el agua pura de los ciervos. Me huelen las flores que el tiempo secó entre las páginas de una vida que se unió entre los fragmentos y se depositó entre las sombras.
El amor es un espejo que nos ofrecen las flores. Como árboles nos vestimos, con esos pétalos y ese verde que cayó desde la luna, que la luna le dio a su horizonte, que descendió hasta las plantas y las tiñó con el amarillo del oriente.
El deseo es el agua de esa flor que se atraviesa por su cauce, que se arrastra con el lodo y con las piedras, que se suspira y que se llora cuando el ansia se agita entre la sangre.
Si mi corazón te anhela, si mi conciencia devastada está contigo, si te pertenece mi pensamiento, mis más nobles mentiras, mis destrucciones más intensas, sabré que tú me amas por encima de los astros, y que mi sexo contigo está desnudo.
Mi Amado, por encima de mi coño te desvelas. Vendrás al filo de la medianoche, cuando todo se adormece, cuando sólo mi piel te ilumine entre los sacramentos de las flores.

lunes, 16 de mayo de 2016

En estas claridades

En estas claridades que me das estallan las caléndulas, y todo es un florecerse de amapolas. Mayo se presenta entre ruinas, entre los escombros que la muerte sembró con sus orígenes, una semilla de catástrofe que sobrevoló las cimas cubiertas con la nieve.
Amor, disolviste la espera y la llenaste, la descubriste entre tus muslos, me ofreciste la comunión sagrada de tus ingles, el desesperado llanto de una despedida que se involucraba entre nenúfares, como si las aguas pudiesen cercenar el olvido, y en ellas contuviesen todo el deseo que el alma sentía por tus ojos.
Mi Amado, cómo confluyen los océanos. Cómo se disparan esas olas hasta el cielo. Cómo me llevas en la espuma, como si yo fuese un fruto más que te pones en los labios.
En la manzana hay un primer mundo. Y en los melocotones. También entre las fresas, entre las cerezas del verano.
Mi amor, cómo me visten los galápagos, como mi ser es la serpiente que cayó a tus pies y se elevó en tu cuerpo.

domingo, 15 de mayo de 2016

En este tiempo

Amor, en este tiempo que vendrá se espesa la sustancia. Se acumula el amor como los crímenes, entre sangre fenecida, entre latidos desvaneciendo la penumbra.
Amor, mayo y sus mitades llevan en su seno el nombre de las flores. Se me repiten en el vientre y te las doy en ramos florecidos, en pequeñas nubes espaciadas dentro de mi corazón.
Penélope viajó más lejos que los héroes. Miró en si misma y encontró la razón del vellocino, el motivo de los hombres enfrentándose, y supo el porqué del veneno que la bruja puso en los vestidos.
Mi Amado, qué murmuraciones hay entre los celos. Qué deseo se oculta en el camino, potente como un presagio derramado, con la fortaleza de un neón, y la suavidad de una luna enceguecida.
Qué amores hay dentro de mí que me enternecen, que provocan mi dulzura, que soy mujer cuando te hablo, que entre mis muslos se abren las mareas, y como mujer te amo, con la energía de la hembra cuando pare las galaxias que te doy entre mis aguas.

sábado, 14 de mayo de 2016

Qué manantial

Amor, qué manantial se me secó que me acontece en su aridez, ahora que el agua vuelve entre mis manos.
Con que ojos me dijiste que era hermosa, y que mi hermosura se prendía en tu mirada.
Amor, entre la luz se evaden las hojas que el árbol plantó para sus sueños.
Entre amapolas me besas el corazón con tu misma sangre, y olvido la memoria que el mar oscuro enterró en la fuente negra.
Mi Amado, se escancian las tormentas. Aparecen como súbditos de los cielos. Se iluminan entre alas de los ángeles y suenan como ecos del infierno.
Eres un resplandor que acecha en la penumbra; un guardián mudo de mi desnudez; un tesoro que sólo yo sé dónde entregó sus últimas lágrimas.
Amor, escuchas los rumores malditos de las inquietudes de los pájaros.
Me alumbra tu voz, y en el deseo se engendran las circunvalaciones. Me traspasan los caminos y yo misma soy la encrucijada.

viernes, 13 de mayo de 2016

En estos instantes

Amor, en estos instantes en que estás, en que me vives, en que eres hiedra, entre las cañas de un río que se perdió a sí mismo y que dejó caer en el mar su carga de piedra y lodo, en este tiempo que rodea la sangre del momento en que penetras mi alma dentro de mi cuerpo, te amo más y más, y te doy todas mis sonrisas, todas las conjugaciones y todos los presagios de un futuro inexistente.
Amor, cómo cristalizas los umbrales. Cómo se disipan las fronteras. Cómo se enardecen esas flores que cultivé con el insomnio, cuando se plegaron entre sueños.
Entre las aceitunas vibran los huesos. Son como pequeños dedales en la boca, e incitan a besar, incitan a abrazarse entre las ramas del olivo, bajo los sarmientos de su tronco, inclinado siempre ante la sombra.
Hay un camino de jade. En él siempre está lloviendo. Húmedo por la lluvia, esplende sus colores, se sustantiva en agua. Es flor petrificada, latido de mi sangre.

jueves, 12 de mayo de 2016

Qué imagen

Qué imagen me diste, qué icono me labraste. Fui azul, como la vela de los jueves. Fui encantadora de culebras, fakir de lo imposible. Me tragué el sable de la invisibilidad, el fuego del espíritu. Fui alma que quiso la redención de tu blancura.
En este amor que es transparente incide el tiempo. El tiempo lo abrasa, lo sazona, se lo lleva por los umbrales de la desesperación y lo devuelve como una tarta de crisálidas, donde el deseo es hambre pura, ansia decadente.
En mí vive la luna. Me despierta por las noches. Me da sueños. Me incide y me declara. Es un palpitar constante de las constelaciones que deja tras de sí, en sus huellas de escayola y yeso.
Es un boomerang enorme de rosarios que descienden en mi cuerpo. Es un baile de estrellas que se beben el azul de tus ojos en el cielo.
Amor que contrastas la ternura, dime si en tu ciclo se abren las palabras, si las palabras pueden amarte como noches, noches entre espejos de astros.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Permanecí entre los metales

Amor, permanecí entre los metales. Me cubrí con la hojarasca que el cobre dejó detrás de mí, en un balanceo encadenado donde crujieron las sombras y se fueron.
En este abalanzarse que la noche tiene por reloj, transcurren las horas mientras tanto. En la oscuridad palpita un deseo que se encarna entre esa negrura que se obceca en la ventana.
Amor, te me fuiste en una noche que a sí misma se encerró, una noche en que las sábanas cayeron, y entre sus selvas, entre sus nudos de serpiente, se halló el amor que me dejaste para que en mi soledad me acompañara, y fueran tus besos un agua más allá de tus labios.
Las duraciones del tiempo son como una palpitación en el vacío. Se enredan entre sí y se acontecen. Son como pequeños rayos de luna que tiritan en el espacio brutal de las estrellas.
Amor, cogí tu agua y la bebí con rastros de tu sangre. Comulgué con el brillo de tus ojos. Dejé que tú me penetraras en mis visiones del deseo. Me sucedí entre los espejos que me diste, y convertida en pájaro, arraigué en tu cuerpo y aprendí a ser instante que se refleja en tus manos.

martes, 10 de mayo de 2016

Las manos

Me miro las manos. Están desnudas. Sólo son vacío. Sólo sombras. Las devastaciones dejaron un reguero de polvo entre los huesos y preciso de ti para abismarme y cobijarme de un sol que me cegó, cuando perdí mis ojos en la nada.
Preciso de ti, mi amor, y este deseo que asciende en las raíces, que me llueve y disemina sus colores por ese cielo portentoso, es como una hierba que crece despacito entre los líquenes que salvan los minerales de la extinción, como ubres desatadas.
Preciso tu deseo. Necesito tus vísceras hambrientas. Me necesito a mí, amor, en este pensamiento que se vuelca entre temblores de sangres que me llevan entre el frío.
Mírame y dame esa mirada. Dame el espejo de tus ojos. Dame esa luna que brilla entre las rosas de la noche, esa luna nacarada que respira sus mares encerrados.
No me abandones en ese océano prohibido, no te alejes en el recuerdo e impídeme olvidarte. En ti soy junco y la fuerza de ese junco que el aire lleva y en él se permanece.

lunes, 9 de mayo de 2016

El mar

El mar me devuelve tu mirada. En tus ojos veo cómo crece el oleaje, cómo la espuma se despierta en el azul y permanece siendo blanca.
En tus ojos busco la redención. Busco la caída. Quiero descender a los infiernos, quemarme entre las brasas, decirle a Satán que el amor es el crimen más enorme y que entre sus intermitencias está la iniquidad.
Soy asesina de esas flores que crecen tras de ti. Devoro tus huellas y en el suelo me como sus semillas.
Las flores me crecen en los labios con sus hojas de flor, y reverdecen en mi boca.
Amor, resucito en ti, y tus manos dispersan el vacío. Lo quemas entre antorchas mientras amas el animal que me duerme y me alimenta.
Ven, y alójate dentro de mí. Ten mis oquedades, suspira mis delirios. Deja que la luna sea luna solamente. Llénate de sombra y amanéceme en mi cuerpo.

domingo, 8 de mayo de 2016

Fui

Amor, fui a beberme el agua de las lilas. Era violeta, un surtidor de aire de rocío, una brisa que pasaba por la tarde y que al anochecer permanecía entre líquenes sedientos.
Mi Amado, los rosales empiezan a salir. Lloran con tus ojos.
Mi ansia es fuente, rojo que enhebra la costumbre, río extremo que acaricia el cauce y se mantiene por debajo de las sombras.
Arde la memoria. Arde el tiempo que recorre la memoria. Arden los relojes en mis manos.
Busco tu cuerpo entre las aguas. Busco los humedales de tu cuerpo, las raíces, las esquinas. Busco el celaje, tu nombre dentro de la tierra.
Amor, qué oscuridades nombré cuando encontraba tu senda entre mis pechos. Qué noches vinieron a dejar su huella entre mi piel, entre la dulzura de la piel, y mi tejido.
En el amanecer se visten los pájaros. Renacen entre sábanas. Renacen en deseo. Se multiplican en los árboles que tienden sus ramas en el cielo.

sábado, 7 de mayo de 2016

Encantador del ámbar

Mi hombre, encantador del ámbar, hechizo de luciérnagas. Te encarnas en el día que transcurre como un pájaro sediento, y en la sangre busco las respuestas del amor, las que da entre el agua, y en la misma noche, cuando revela sus misterios.
En ti se abren las lagunas. En ti el agua transparenta lo que oculta el corazón, aquellos nidos que desnudaron sus hojas al ocaso y que permanecieron desnudos.
Así, como el mar amanecido, encuentro tu sal entre mis piernas. Encuentro este deseo que anochece y dormido se alza entre las nubes que dejó tu semen en el cielo.
Amor de jemeres malditos que asesinaron flores, que talaron árboles y espuma, me aconteces en las sombras, y me das la oscuridad para que desintegre la negrura.
Hay vacíos intermitentes en mi cuerpo. Los cubres con tu esperma, con el aroma de tu esperma.
Amor, vienes de rodillas. Vienes y me gimes. Me lloras y amurallas con tus manos.
Mi Amado. Me permaneces. No huyas al punto que marca tu regreso.

viernes, 6 de mayo de 2016

Me acarician las sombras

Me acarician las sombras y desato luz por los arroyos. Se me quiebran los lunares y deseo besarte todo el cuerpo.
Eres mi procesión, mi santuario. El manantial de donde bebo. El latido que me desvive y me delira.
Eres mi aurora dulce, el despertar niño de mis manos, mi Telémaco.
Amor, si tejo y destejo primaveras, si en tus ojos se derrama todo el cielo, soy yo misma una escalera que asciende hacia tus labios, y en tu boca busco el agua que me entrega.
Mi hombre, los ríos fluyen mientras tanto, mientras vienes entre fresas, entre cerezas animadas.
En ti la fruta es el arrozal teñido de ese barro en que confluye la tierra con el agua.
En ti la blasfemia es oración, y el sacrilegio la luz sagrada de tus manos.
Mi niño, si los árboles me estallan en los pechos, si sus hojas me deciden y en sus flores se aroman madrugadas, dime si en los cañaverales puse el amor que se quedó entre los bambúes, entre los corazones de los bambúes, en su mismo destino de agua.

martes, 26 de abril de 2016

Poesía y Anarquismo 5 de mayo en Barcelona

Poesía y anarquismo, hoy. Poesia i anarquisme, avui.

Ateneo de Barcelona. Jueves 5 de mayo a las siete de la tarde.

Coloquio/Lectura de poemas con:

Ferran Aisa, David Castillo, Teresa Domingo Català, David Caño y Marina Oroza.

domingo, 24 de abril de 2016

Soy

Amor, soy adúltera e incestuosa. Soy la que derrama sus ingles en Oriente, la que entrevió en tu mirada las exaltaciones del corazón, la que en su silencio guarda los motivos del deseo que, suicida, renació en tus ojos.
Soy la estrella que se encarnó en tu piel, y el espejismo que vino con la luz. Fui uva en tu cuerpo, el vino que yacía entre tus labios, el aroma de los racimos que se desvivía por tu olor, un anhelo penetrante que atravesaba el alquitrán y se decidía a ocultarse entre las noches.
Seré diosa entre las lágrimas. Seré la misma encarnación del llanto. Lloraré el mismo tiempo que transcurre.
Seré sangre triste. Mi alma se alimentará con la tristeza. Devoraré los clavos de la cruz y me incinerarán las golondrinas.
Moriré lejos de ti, y en tu mirada veré los pasos del amor, las sucesiones dolorosas de las muertes que reviven en mi cuerpo como velas incendiadas.

Los pétalos

Amor, los pétalos de las flores se desnudan. Queda sólo el silencio en el páramo de las devastaciones, sólo la ceniza en ese silencio donde quedó para ausentarse, sólo las llamas en que vivió por su negrura.
Mi Amado, dame ese corazón que aún me fluye entre las ingles, dame esos labios que murieron en la latitud del mundo.
En las alturas las visiones me conceden el ofrecimiento del alba.
Mi sangre recorre el árbol de Dios. Tus ojos se anegaron con los ángeles.
En el itinerario pervivió la excusa del anochecer. Me impregnó de su oscuridad para ser más blanca.

Qué muertes nos esperan

Amor, qué muertes nos esperan. Los pájaros dejaron de volar, iluminados por la muerte. Eran la misma muerte que nacía de la aridez, ese anhelo de agua, esa lluvia que derretía el hielo y transitaba con lo oscuro.
Amor, eres mi luna, la que se muere entre tus brazos, la que apacigua mis temblores cuando el miedo se introduce entre mis piernas.
Amor, qué esconden las ingles, qué infinito hay en ellas que son como algas en los fosos, que son como moluscos abiertos en un desierto de agua.
Amor, hay un mar en ti. Un solsticio que se acerca en los cerezos. Unas hojas que penden del silencio.
En esta muerte llega tu blancura. Llega el frío que siempre se nos esconde entre los hombros, nos pesa, como si la tormenta fuese mineral y aconteciese sólo por la noche.
Mi Amado, se inician las sombras. Enciendo las velas, las que te ofrecí, las que incendiaste con tus besos.

Qué silencio

Amor, qué silencio me transcurre. Me vibran las alas que el vencejo se olvidó, cuando el amanecer llegó para quedarse como un gorrión atolondrado.
En las espaldas del tiempo ocurrían los desastres. Se sucedían como amapolas desfloradas.
Entre tus labios encontré el amor, el que crearon mis palabras, y fui nuevamente la que soy, en la esencia que me diste.
En ese espejo, en ese mirar insomne, me entregaste el idioma de los sueños, la ofrenda de tus párpados.
En los lugares sagrados bendije los amuletos. Los llevé a aquellas aguas donde el Cristo caminó, y me mojé con aquellos besos que me llevé para inundarme.
Amor, en ti pronuncio las flores. En ti sostienen la mirada. En ti el semen me anegó en vísperas de una luna que estalló en sus mares.

sábado, 23 de abril de 2016

Qué caudal

Amor, qué caudal lleva el cielo en sus ijares, que piensa la lluvia y luego llueve, llovizna hasta la extenuación del mundo, hasta que el amor se muere y resucita de todos los momentos.
Mi hombre, si en la sangre se quedan los naufragios, si en ellos pervive la hermosura como tañen las campanas en el mar, tu cuerpo será mi sortilegio, mi agua bendita y sosegada.
Amor, ¿qué sientes cuando el alba cae sin piedad sobre nosotros? ¿Qué piel se esconde en la mirada cuando los ojos ocultan el milagro?
Amor, la claridad transcurre y en esta luz se ven volar los papagayos, se ven las irisaciones de las rosas.
La claridad transcurre entre los fuegos que alguien encendió cuando los días alargaban su ternura, cuando las horas se superponían entre sí, y la tarde confusa y asustada latía en los umbrales de la precipitación, mientras la noche pugnaba por acariciarse en el seno de la luna.

viernes, 22 de abril de 2016

Qué liturgia

Mi Amado, qué liturgia se prende entre tus piernas. Qué semen consagras en mis ingles. Qué pulsiones se derraman en tu boca que absorbe el hálito de la eternidad.
Amor, descubres la sombra de mis pechos. Los alientas y los lames. En tus labios se convierten en dos pájaros temblorosos, dos flores llenas de ramos.
Ahora que pasó el frío y las noches ya no se estremecen, inventas la esperanza. Y queda el ardor de la sangre que te llueve desde el cielo.
Amor, la penumbra ya se ha ido. El gozo oscuro sucedió y se encabalga en mi mitad tardía como una tarde entre rosarios.
Amor, la tormenta vino y se marchó. Nos dejó los relámpagos de Oriente, y la voz de las crisálidas. Cuando quebró los filamentos se embebió de su aire, del aroma de su aire, y cesó de latir entre las aves.

Qué alquitrán

Amor, qué alquitrán se esconde en las aceras. Qué trasluces imagino al pensar en ti y al recordarte, bajo este cielo azul, como tus ojos.
Como tus ojos, este cielo azul que me recorre en los pasos de la niebla, tras la lluvia de una madrugada que selló mi sueño para que estuvieses junto a mí y me derramaras.
Amor, este cielo azul como tus ojos va girando lentamente, como un amante que siembra palabras redentoras en torno al fuego del hogar, como si la noche se incendiase en tu mirada.
En las playas clandestinas se esconde el mar, y el mar es azul como tus ojos. En su respiración oculta los añiles que revelan las profundas hendiduras de ese cielo que se desvive en tus pupilas.
En sus guaridas hay lobos azules. Sus aullidos son la plata que la luna se quedó, y que en ella permanece, mientras la voz de las estrellas pervive en la negrura y desparrama ese añil que las observa, que es azul como tus ojos.

A dónde

Amor, a dónde fuiste. Volaron las gaviotas y el mar se quedó solo. El mar se quedó con las olas cabizbajas, que eran una letanía que avanzaba repitiéndose en la arena, y que dejaban los barquitos de papel en esa playa donde naufragaban los presagios.
Amor, la soledad es como un silencio largo, como una golondrina que cubre la distancia de su vuelo con olas y con pétalos sembrando con sus olas las flores en el cielo.
Amor, en tu mirada vi cómo los batracios se llenaron de misterio, como si las ranas y los sapos escondieran los enigmas de una raza perversa y submarina, y en tus ojos pudiese vislumbrar cómo el hacha se cierne en torno a esa mariposa que lleva el corazón en sus colores.
Amor, esas ranas y esos sapos se enamoran. Sienten la nostalgia de las aguas, la perdición de la noche.
Son sustancia viscosa. Material inflamable.
Vestigio de memoria.

miércoles, 20 de abril de 2016

Qué hay en las flores

Amor, qué hay en las flores que amanece, qué hay en el agua que es tormenta y tierra submarina.
En los fosos abisales los peces humedecidos por la sal se desconciertan: no conocen la luz y la dimanan entre sus braquias de profundos despertares.
Mi Amado, la fiebre es más fiebre al levantarse. Tiembla y suda entre las ingles y fermenta con la fruta. Es como un recorrido en el cielo con nubes escapadas de los ángeles.
Artemisa levantó su muro. Derribé la muralla de la diosa y fui venérea, venerando a la antigua, a la nacida del semen marino y de la espuma, la que fue infiel y mintió por el deseo que le nacía entre las piernas.
Amor, eres misterio nuevamente, y arrullas los cantos de esos lobos que te esperan. Sabes que en el deseo la sangre sustantiva todos los nombres del corazón, y penetras en el cuerpo como un alma que se perdió con su blancura en el espacio infinito en que las aves se engrandecen.

Hay un canal

Amor, hay un canal que llueve por mi cuerpo. Se moja y, como un pájaro, se me encoge entre las manos.
El agua tiene estrellas que te besan en los pies, en los alvéolos, en las arterias que van al corazón y allí te permanecen.
Beso tu sangre y mi deseo es como un árbol que crece y que arraiga en la tierra, en el barro de la tierra, en el musgo que se apropia de esa tierra, y en las ramas veo cómo se acantilan esas hojas en que el tiempo nos transcurre.
Busco los ojos de la muerte. Son caníbales. Son como amaneceres insensatos. Son como crepúsculos de viento. Se desentienden en sus sombras y en ellas se desvanecen.
Morir es volver, y volviendo amamos, y te amo extendiéndome ya muerta. En ésta mi muerte sabia que conoce sus ijares, y que ignora la materia, sé que ausente vendrás para vengarme, como el ángel que mató a los primogénitos.

En mi tristeza

Amor, en mi tristeza hay un oasis de diciembres. Ahora que vino la primavera, que llueve en los cristales y la lluvia se nos queda, nos late el deseo como un corazón que se descubre, mi Amado, entre las rosas que la sangre le lleva, y en ellas permanece.
Brillan las cigüeñas. Esperan las campanas, los mediodías que cantan a maitines, como si la aurora no despertara hasta las doce, como si fuera dormilona, y la pereza la asaltase como asaltan los árboles con sus ramas vespertinas el pozo interior de la noche.
Brillan las cigüeñas y las veo volar entre tus alas. Te las prestan para que puedas venir hasta mi cama, hasta mis piernas, y penetrarme en la costumbre de entrar y poseer por un tiempo reducido todos mis sueños, desnudos en tus brazos.
Amor, qué alegres son tus besos. Cómo inciden en mi cuerpo. Cómo me alojas y me vistes, cómo me alimentas, cómo tus ojos desnudan la negrura, cómo iluminas la misma luna que me nace entre los pechos.

lunes, 18 de abril de 2016

Qué hay en los ojos de los muertos

Amor, qué hay en los ojos de los muertos que se espera. Los muertos pueden parar el crepúsculo, deteniéndose en la noche, con sus manos llenas de eternidad.
En sus labios el amor se ha convertido en una leyenda innominada. Anónimos, se despiertan en los mares que se vaciaron de espuma.
Hay muerte en el corazón, que se viste de esgrima. Y en el pensamiento se abren las flores blancas del azar, que son destino y senda en que transcurre.
Nace el alba y el deseo renace entre las sombras letales de la destrucción. Todo está lleno de cadáveres. Todas las luces, todos los murmullos se devuelven al silencio.
El amor es también silencio. En las manos, en los ojos, en los labios, en los pies. Las ingles también son silenciosas. Se llena el cuerpo de silencio.
El cuerpo es como un árbol. Se prenda de sus hojas y las mira. Mira el otro árbol. Desea hacerlo suyo. Y lo asesina.

Me muevo

Amor, me muevo en el abismo. Miro cómo desvaneces las pulsaciones del aire, cómo se ilumina el recorrido sagrado de la sangre.
En este hemisferio, a esta hora, la mirada del cielo me concierne, con su iris de estambres, con el beso que se le quedó en la piel, como en la mía, y que descendió suavemente con el sol, alumbrando con las lágrimas.
Mi Amado, hay un extrañamiento. La nostalgia se derrite en los afanes. El silencio se aproxima a la voz, y la consiente. Se fijan los signos del poder, y se convierten en deseo.
Y el deseo se oscurece, como si sólo naciera de la noche, como si la noche quisiera ser una luminaria, más allá de sus astros, de sus ojos, más allá de las pupilas que le crecen y que se transforman en estrellas.
Y las estrellas se deslizan en ti, y en ti crecen, y en la blancura tus ingles son más blancas, más puras y más cálidas que la luna.

domingo, 17 de abril de 2016

Se me perfuman

Se me perfuman las manos. Se me convierten en lluvia oscurecida, en el rocío, en el agua en que Artemisa se bañó y dejó fluir su cuerpo lunar, en su latido de insomnio y en la crueldad de sus oráculos.
Amor, se me perfuman las ingles por las noches cuando tus rosas amanecen; se me perfuman los corales que recogiste en mis entrañas, y son como vibraciones, como selvas que me cabalgan madrugadas salvajes en la sangre.
Amor, me das las horas más terribles y más oscurecidas. Me das el llanto de la estrella que se posó en tu pelo y que brillaba desnuda en la oscuridad, llena de tus ojos.
El incienso me impregna la mirada. Es de humo y mis pupilas se asemejan al silencio, cuando los párpados entierran toda la luz en sus profundidades de mar y de desierto.

En los desvanes

Amor, en los desvanes hay guardada un arca que encierra los fragmentos de ese tiempo en que los árboles nacían en voz baja y susurraban entre brotes de memoria diluida en el deseo.
Amor, eres mi memoria. En ti los besos son leves murmullos de los labios, roces de flores en la boca, grito que se eleva entre las ingles como espejismo de la muerte.
Amor, hay un pájaro loco entre mis piernas. Quiere volar y aún no sabe. Separar las alas y no puede.
Quiere embarcarse con su nido pero ignora que los cielos se entreabren con el agua.
La noche se vuelca en la esperanza y se cansa de la esclavitud de la negrura.
Amor, los cerezos ya te han florecido. Las rosas se miran en tus ojos de varón que me devuelven la mirada de Narciso.
La mirada vive en ese lago penumbroso que ignora crecer y donde el cisne se contempla entre sus aguas, ve sus plumas y es nodriza de sí mismo.

sábado, 16 de abril de 2016

Soy Yocasta

Amor, soy Yocasta, la hechicera. La sucesora de las madres. La incestuosa.
Soy Medea, la asesina. La maga que se comió el conjuro y preparó el veneno.
Soy Helena. Por mí se incendió el mundo y las Troyanas quedaron desnudas.
Soy Electra. Con ella te beso y con Orestes, preparo el carro vencedor de la muerte.
Soy Ifigenia, y mi sangre lava los pecados del mar, los salvajes aullidos del agua, y lluevo inocente sobre los vestigios de un mundo que muere.
Soy Fedra, y en mi pasión salpico las murallas con el flujo de mis albas, de mis crepúsculos, y mis menstruaciones llenan las paredes de la alcoba.
Soy Antígona, y llevo a mi padre ciego por los arrabales de los corazones, allí donde se llora por los crímenes.
Y soy Perséfone, y su mitad de primavera.
Y soy Teresa.

Los nidos

Amor, se me esconden los nidos en las manos. Te los ofrezco entre las flores que cayeron a mis pies, para que la piel se me erizara y las piedras fuesen más suaves que los pétalos.
Me quito la camisa y veo cómo los pájaros me sobrevuelan en los pechos. Sus alas son de águila imperecedera.
Amor, eres mi sustancia, la que llevo en la boca, la semilla de un deseo que es metal ardiente, carbón inoculado de esta lava que me acontece entera.
Amor, si los pliegues se me derriten en la sombra, si los diamantes sueñan con nosotros, habrá una fuente en lo alto del camino de la que mane agua de la aurora, y el crisantemo que crece en la ventana se teñirá del rocío que cae en el alba en los veranos antes de que el sol se eleve entre las jarcias y se lleve el mar hacia los cielos.
Amor, Antígona me dio su nombre. Con ella, entierro la sangre que llueve desde el azul más alto de la estrella.

Amor de escarcha

Amor de escarcha derritiéndose, amor de cima plateada por esa luna que en silencio sigue las rotaciones del deseo.
Mi hombre, abril se abre entre los ojos. Hay puentes, acantilados y montañas, hay bosques y penumbra, hay asfalto y carretera, una autopista de aire que se eleva a la cima más alta del adiós.
Amor, me despedí. Ondeó mi bandera en la atalaya, puse mis penachos a tus pies, mis escudos y blasones, mis murallas. Todo te lo di, con mi armadura.
El acero me desprendió la carne, y broncínea me entregué, y busqué con el hallazgo el milagro de tus besos, de tu boca, en esa lengua que escondes las palabras que no dices, silenciosas, como un mar con las olas detenidas en su abrazo de amapolas.
Sorteé las brasas. Me perdí en el fuego salvador de los veranos, los que vendrán, los que se fueron y sólo son memoria que se alumbra entre las sombras. Y te amé, con este amor que nada pide, que nada sobrevuela, que camina simplemente alrededor de aquellas flores que nos nacieron en las ingles.

jueves, 14 de abril de 2016

Entre delirios

Amor, entre delirios me acunaste. Me recibiste con sal, y entre mis nombres elegiste la plegaria que me resbalaba entre los dedos, como sangre renacida.
Amor, qué confusiones, qué ambigüedades me vinieron. Eras mi madre, y como madre te amaba, y me mecías, me acariciabas en la piel y mi deseo se convertía en un incesto imaginario, como si el esperma pudiera brotar entre tu vello.
Hay una alucinación que te concierne. Tus manos, blancas como la luminaria de los puertos, cauterizan mis presagios. Los contienen. Son pócimas que las brujas te escribieron, hadas mágicas que volaron en tu seno.
Amor, si Pegaso es un monstruo, como yo, seré ese centauro que suspira por ser hombre, y en mi masculinidad encontrarás el peso gravitatorio de tu espejo.
Te mirarás en mí. Seré tu reflejo. Y mi cuerpo de mujer devendrá guerrera, devendrá niña muerta, devendrá mariposa con el hierro enterrado en el subsuelo.

Gime

Gime el gorrión entre tus manos. Su canto es un plañir de pena, de temblores de alas y de vuelos que no alcanzaron ese cielo que se prendió en tus labios.
Amor, qué larga es esta espera. Se me desvían los diques, los canales. Me siento estremecer entre las horas. Siento cómo este corazón se me enamora de las piedras, como si las piedras mismas fueran el camino, como en si en su borde se contuviese todo el fluir del tiempo.
Amor, esta premura. Se me encienden los relojes. Se detienen en las calles y las aceras retroceden. Los autobuses pasan sin parar mientras te amo. Y en este celo, en esta crisálida que se abre lentamente, se oscurecieron las ansias de tu cuerpo, y al ser negras se prendieron de las noches que velaban tu mirada.
Entre jirones aparecían las estrellas. Aparecían como en un campo santo, y sembraban los destellos de tus ojos, y allí te florecían, en ese iris azul, en tu blancura, en esa piel que gime como un pájaro en su nido que late entre las oquedades de la tierra.

miércoles, 13 de abril de 2016

Qué esconde

Amor, qué esconde la luz en su textura, qué sangre me da el Cristo cuando ve mi desnudez, tendida en un rosario en que mi carne es letanía.
Amor, qué cruces se me agolpan en la espalda, y cómo las recojo y las convierto en un ramo con las lágrimas.
Hubo un día en que adormecí la angustia con unas velas de plata. Las prendí, y sus llamas eran destellos azules de ausencia. Con cera me cosí la ropa de la noche y un camaleón ronco me miraba con el mismo deseo y el mismo miedo.
Amor, me naciste de los pechos, y los rumores de la leche despertaron tu esencia blanca. Más puro que las azucenas te tendiste y me nombraste.
Tu canción me daba toda la pureza, y revestida me tendí en tu risa, en tu color, en las dádivas de la tierra, y fui aborigen que nacía del agua y de las flores.
También nací de ti, como Atenea. Nací en tu mente y en la mía se disparó un naufragio: me cerní a la navegación del mar. En su timón hallé la ruta, la que me llevó a tus cercanías.
Amado, tu sangre es mi península. Tu palabra, el origen sagrado de los nombres. Tu báculo se me pierde entre las piernas, y en mis labios cristaliza una plegaria, una oración donde el Leteo no trascurre entre los mares en que la Estigia convirtió el olvido.

lunes, 11 de abril de 2016

¿Sientes...?

Amor, ¿sientes en mi cuerpo cómo se inicia la constante venida de la luz? En un espacio donde la primavera es una encarnación del cielo que ya no precisa de la escarcha y que se prende de las flores y los pájaros, de los campanarios que elevan la distancia entre sus alas.
Amor, cómo se desnudan los nenúfares. Me parece ser una flor de agua que late entre tus manos. Una flor que va marchitándose poco a poco, que en su perfume derrama el alma que la vive, y el alma de esa flor es como lluvia, y se construye con tu semen.
Mi Amado, mira cómo el olor de mi carne crece en el deseo. Cómo en mis ingles el aroma es de profundidades espesas, y en sus lágrimas es como una nave sin puerto, un eterno anochecerse.
En esta sal que me queda entre las manos, en estas devastaciones estrelladas, soy cono esa noche que viene y que ignora la luminaria que alimenta.
Amor, si en la caída hay un roce luminoso, si al abismo llega un pedacito de la luz, sé que en mis vísceras se alumbran con tu sangre, con el beso de tu sangre y tu materia.

Salen los días

Amor, salen los días como penachos de blancura. Se ciernen en las ramas de los árboles como copos refulgentes de deseo. En sí mismos se devoran.
Amor, soy como uno de esos días renacidos. Me levanto de la lava y como Lázaro, camino entre las piedras que alguien quitó de la sepultura. Voy hacia ti con la perfidia de quien ama
Voy hacia ti libre y verdadera. Soy quién soy cuando te amo, y en mi camino se abren esas flores que cogí para cuidarte, para que entrevieses en mis ojos la palpitación de las esquinas que me acogen.
Mi Amado, estas tardes de abril se me anochecen en sus mismas claridades. Son preludios de San Juan, preludios de las vísperas, de las mañanas gozosas y anhelantes de un cuerpo enamorado.
Son como latidos estruendosos que caen desde el pecho hasta los violines infinitos de los ángeles.
Amor, en ti soy la más bella, la que desnuda la misma sangre que permanece entre mis labios, la que te da la trascendencia de los murmullos que el cielo derramó para encontrarte.

domingo, 10 de abril de 2016

El río

Amor, el río contiene toda el agua. No hay más agua en el mar, ni en los océanos. Sólo es agua la del río, la que transcurre en miríadas violentas, la que late entre las rocas, y que es esencialmente pura, como el semen.
Sólo existe el agua que transcurre entre tus piernas. Sólo existe el latido de ese agua, blanca como una nube en primavera, preñada de la luz de las estrellas.
Amor, si la muerte se enamora de tu esperma, ¿cómo podrá ser mi antagonista, yo que la amé como te amo a ti, con este corazón que se adelanta a la entrada en el vacío?
¿Cómo podré desintegrarme después de haberte amado, y de amarte todavía con este cuerpo y esta alma, esta alma visionaria?
¿Qué hay en ti que en ti vislumbro todos los misterios, todas las preguntas, y encuentro los motivos y comprendo lo más inaccesible?
¿Mi alma se enamoró del espejo de tus ojos mirándose a sí misma?

Qué calles da la niebla

Amor, qué calles da la niebla que habita entre nosotros. Qué luces se emborrachan de grisura.
En este abril en que se cumplen las promesas, en que el cielo es infinito en su sustancia de bóveda malherida, miro cómo los lobos sobrepasan en el tiempo la materia de las devoraciones.
Amor, en ti los cuchillos refulgen como espadas. Vigilas a Cthulhu, el morador eterno, y te inundas de ese mismo azul de los océanos.
Amor, pájaro insomne en el insomnio de los pétalos, guardián de los guardianes, trasciendes entre los muslos de las abluciones, de la sangre y de las escamas de serpiente, y oyes como el lodazal despierta en su impureza.
Camino de esmeralda, arcano prohibido y misterioso, te encuentras entre los minerales, en el sollozo quedo del reloj que suspira por el tiempo, por ese tiempo y su recuerdo, por las maravillosas latitudes de los Magos que adoraron el mes de enero con aquella estrella submarina que se inundó de noche.

Entre las flores

Amor, entre las flores crecen los deseos. Son como puntos en la hierba que se desdicen de su verde. El amarillo es como la lava fallecida del volcán que se amilana ante la crepitación del frío.
Amor, abril sigue en su carrera enlentecida por este sol que empieza a arder, por este reflejo en las aceras y el asfalto ennegrecido que gime con la noche.
En estos alquitranes piso sin dejar rastro de mis pies. En mis persecuciones te desvaneces, y no puedo encontrar ninguna huella que me diga donde estás, entre los pocos árboles que persiguen la luz de los relámpagos.
Amor, en la tormenta se acallan los rumores. Surge la voz de un mago silencioso que saca pañuelos y corbatas. Estás allí, y el mago las anuda, y son corbatas de amapola.
Te ansío desnudo y entregado como el agua del invierno, te ansío desnudo entre los sueños.
Mi luminaria, los labios musitan mi memoria, mi memoria devastada en los interludios de un ayer que fue las iluminaciones de tus ojos.

En qué sueños

Amor, en qué sueños desperté sin encontrarte. Vi cómo el corazón del viento se paraba, cómo detenía sus presagios de lluvia incandescente.
El combustible es como el mar, una ráfaga de olores vespertinos que trae la mañana entre caudales cenicientos.
Amor, esta ceniza nació de aquellas noches que se desnudaban sin cesar de las estrellas.
La ceniza vino y se alumbró con esa carne espantosa que quemaba en el añil del firmamento.
Cuando se fue quedó el secano que perdió su aridez entre la plata.
Qué auspicio me trae este cielo azul que me concede las plegarias. Qué luz escondiste en esos ojos. Me muestran la hiedra de un Dios entristecido por mis lágrimas.
Amor, qué alimento me dio el ángel para ti, qué sangre me dio para tus labios.

Pequeño homenaje a Juan Eduardo Cirlot

Amor, se pasean los ancestros. Mira cómo se alza el aire, cómo la brisa se aprisiona, cómo el salitre se va del mar y conoce los caminos que se abren más allá, allí donde el cielo pierde su envergadura de azules en tus ojos.
Amor, qué dulces son los corazones que no cesan de latir. Qué suavidad hay en tu cuerpo, y mi ansia es más suave todavía, es un ansia que devoró los leopardos y ahora duerme ante tus pies.
Ocre es la tierra que pisamos. Ocre y derramada. Como lluvia. Como agua del pantano. Como Bronwyn.
Y tú me llamas, me prometes que me llamas, me dedicas una sola vela, uno de tus solos pensamientos, y te doy mis fuselajes, te doy mis embriones, te doy todas mis palabras.
Entre liturgias, un camaleón. Vibra el animal entre mis piernas. Vibra el crisantemo en el monte salvaje, alejado de la piedad y del cementerio. Alejado de este amor que cristaliza, que es como una sangre que delira por mi Amado.

Qué bella

Amor, qué bella es esa luna que está a punto de salir. Qué búsquedas esconde con su esfera. Qué aullidos la miran desde lejos, qué guardias ha velado, qué sueños profundiza entre sus piedras.
Si sus mares me responden, ¿en qué travesía encontraré tus mismos ojos? ¿En qué blancura resplandecerá tu piel y tu palabra?
Con esta sangre que todavía me circula, en estas menstruaciones que me estallan en el vientre, ¿qué impureza lavaré, qué semen me preñará con tu hermosura?
Alumbraré la misma luz que te refleja. Alumbraré el espejo en que me miro. Seré parturienta de ti, de tus deseos, de tus párpados que abren la mirada más allá del firmamento.
Amor, te miro como si estuvieras a mi lado, como en mi cama hubiera un hueco, el que forman las estrellas derramadas en tu cuerpo.
Mi Amado, mi circunstancia más querida. Sigue mirando la luna y recordando las huellas que los lobos dejaron en su cuna.

miércoles, 6 de abril de 2016

Abril

Amor, abril abrió sus rosas, llenó sus dedaleras. Se cubrirá después con amapolas.
Amor, yo me cubro con estrellas, las que me alumbran entre una oscuridad amanecida con un cielo de plomo y añilado, con un cielo blanquecino donde el alba difumina los claros de la luna.
Mi Amado, serás mi señuelo, el ciervo que Artemisa arrebató, y en mis entrañas, devoraré tu piel y tu mirada, tus ojos y tus labios, y me comeré la misma agua de tus besos.
Amor que eres en mí, que desnudas tus pies y que te huelen al camino, a tierra, a barro, a ala de ángel que bajó por la luminaria de la noche y se quedó a atravesarse entre los límites del día.
Mi corazón. Mi alma entera, blanca, luminosa. Mi alma que duerme entre tus brazos. Mi alma que respira el hálito de tus corazones. Los soles que nos llevan de la mano al alumbramiento de la sal, y nos perdonan.
Amor, te di mis pechos, te di la sangre de mis pechos, su silencio, el tambor silente de sus pasos, los rumores de la dicha, el alegre trote de una esencia que es en ti, y te sobrevive.

Qué me pasa

Amor, qué me pasa que me laten los recuerdos, que me salen las palabras de la boca, que mi lengua las pronuncia entre tus besos.
Amor, qué hay en las palabras que te besan, que ascienden por las cimas de tu esperma y en ellas permanecen como pequeñas gotas de una lluvia que no cesa de brotar.
Amor, en ti reside el Verbo, en ti se nombra la blancura. En mi corazón viven las hadas que echaron a volar y que encendieron el aire con sus hierbas, las doradas que vestían las aguas de los lagos, las que se desnudaban como ninfas acuciantes, y le rezaban a Pan en sus denuedos.
Eres esencia de mar y sándalo, incienso que arde los jueves en la memoria de tu casa, vela de santo, fuego ornamentado con tus ojos, con los mismos violáceos y los mismos rojos de un crepúsculo ardiente.
Eres mi océano, el alba donde baño mi desnudez sagrada, donde me convierto en diosa de tu semen y de la lucidez de un amor que me quebró entera y después me entregó los sueños.

lunes, 4 de abril de 2016

Me renací

Amor, me renací. Me convertí en un nido donde las ausencias se convertían en materia, en la sustancia más hermosa y lacerante, en el corazón más bello, que pensaba en ti cuando de noche veía la luna oscurecida por las nubes.
Mi Amado, cuando el día se va entre las hogueras que estallan en el cielo, cuando perdura la existencia de ese sol que se va al otro lado, sigue vivo el amor en su espejismo de ser amor y es en sí mismo que es eterno.
El amor es eterno porque es ésa su esencia. No muere con nosotros. Se encarna en esas almas que vuelven a nacer y ya niñas se enamoran.
El pecho huele a esa sangre enamorada. A las ingles sudorosas. El tiempo y el espacio se confunden en un milagro en que las dimensiones se entrelazan.
Y esto que es así, aquí y ahora, antes fue y será más tarde. Es la tentativa de la nada por ser quién no es. Es su luto, su aroma de negrura, su cruz crucificada.

El barro se deshace

Amor, el barro se deshace. El agua difumina su textura. El agua excluye las partículas de ese miedo que se ancla con la tierra y que alimenta las flores con estiércol.
Amor, en mis entrañas vive la puta más abyecta, la que sólo piensa en tus eyaculaciones, la que sueña con tu semen como dádiva, la que se enciende con el recuerdo de tu polla, la que te ama por encima de las rosas y bajo esas estrellas que iluminan mis pezones descarnados.
Amor, si entre tus besos aparecen esos sueños en que la luz se sobreentiende, si en la oscuridad de un lecho se me derrama la sangre como seña, serán las rotaciones las que me den toda esa ternura que te di entre la leche que me salió de entre los pechos.
Amor, duerme en mí, adormécete como ese perro que ha dejado de ladrar, que envejece junto al fuego, que es en sí mismo ese fuego que acompaña con su pelo, con su rabo de perro, con sus ojos humedecidos por el humo, por ese humo que sale en el ronzal y que se busca, para perderse por el aire y estallar en los nudos de todas las conflagraciones.

domingo, 3 de abril de 2016

Me reconoces

Amor, me reconoces. Ves cómo resplandecen mis ensueños, cómo me vibran las mimosas. Cómo este florecer entre la hondura me lleva hasta tu cuerpo, hasta tu piel que gime en primavera.
Amor, en este incendio, en estas exploraciones que me estallan, viven los estanques en las estibaciones de los árboles.
Amor, si la madera es también un combustible, si entre el carbón encuentro diamantes que refulgen en las profundidades de las piedras, soy como ese pajarillo inerme que canta entre las flores, buscando los aromas de un jardín que quedó clausurado en mi memoria
Amor, cómo enardezco por las tardes, cómo despierto estremecida. Qué dulce es cuando amanece y tu semen me despierta, qué hermosas son las naves en que los corazones naufragan en mis manos.
El mar es una soledad sedienta, un cúmulo azul de soledades, un cielo que se vive, un muro que apacienta, y que espera el día en que la muerte se convierta en el mismo amor que me late en el fondo de las iniquidades.

Que eres

Amor, que eres el mismo cielo que me das, y un árbol que llega hasta tus ojos.
Amor, que eres llama submarina, esa espuma blanca que las llamas me devoran, ese éxtasis de vivir en la locura, cuando el despertar es vencido por el sueño, cuando entre tus brazos se aparece toda la luz del universo.
Las mariposas sobrevuelan el ocaso. Son latidos que se llevan tu hermosura, vaticinios de la magia, sudor de los ancestros.
Amor, que en mí revives como una fuente entre los lagos y como esa fuente mansa eres espejo de mis ojos, y en el cristal translúcido de este cielo intento verme en tus reflejos.
Amor, que eres piedra preciosa, balcón al viento de las páginas limpias de tu hálito, dime si en mí se desvanecen las ausencias, se desvanece mi memoria, y en este palpitar ardiente en el que el sol subyace entre las hiedras, despiértame al beso con los labios teñidos de amapolas. Destierra las sombras para siempre, esencia de vino que brillas entre rosas.

Cogeré el luto

Amor, cogeré el luto de las flores, el perfume de su duelo. Me doraré con las espadas.
Tu caída es mi refugio, la dádiva de mis cicatrices, el llanto insomne de los pájaros.
Amor, que en mí respiras, que en mí aconteces, que llevas mi ira por los prados donde las amazonas se consagran, donde sollozan los delfines, dime si mi sangre corre allí por donde los niños lloran.
Amor, que te desnudas con el alba como el día que se desnuda de la noche, que me envuelves entre sueños, que me muestras los labios ateridos, las heridas, lluéveme lentamente, en los contornos de esta hoguera que enciendo para ti, para que me abraces en el fuego, para que abandones mis cenizas, para que me digas, entre árboles de hojas altas, que mi amor te pertenece.
Semilla iluminada, roca dura que me da la tierra, barro donde los ángeles se miran, anillo de fragancias del oro de los mares, deseo la sal de tu espesura, las oscuridades dilatadas de tu esperma.

Qué hay

Amor, qué hay en el mundo que me hiere, que te escucho y en tu nombre despliego las alas al volar, y mi vuelo desciende entre la hierba.
Amor, eres mi nombre. En ti escucho cantar las gaviotas, en ti el cielo amanece más azul, en ti el sol zozobra entre las tardes añiles y es como una amapola que cae en el beso de la noche.
Amor, eres mi palabra. La que escucho rendida de pureza, la que se envuelve con la ira, la que miente y la que arrasa, la traidora, la que cambia de arcén y de sentido, la que odia.
Amor, eres mi lugar sagrado, donde nadie puede pisar una frontera, en el que nadie puede osar ni entrometerse, donde me ciega la blasfemia, donde el sacrilegio se convierte en la ternura.
Amor, que amanezco entre tus brazos, que me ciernes desnudo entre las sábanas, que me llevas al infierno, donde la rabia se encarece, donde el amor se encarna en esas llamas que buscan la absolución a la locura más amarga.
Amor, me encuentro al lado de las vides, al lado del murciélago. En esta cueva oscura sólo pretendo amar entre la verdad y la belleza.

En este cielo

En este cielo que estremece mi llamada, con este azul que se extiende por los mismos riscos del amor, hay una colina para ti, para que abreves el alma y te descanses, para que en mis ingles encuentres una luz que resplandece.
Con este corazón te amo, y en esta mi memoria te pierdes por la inmensa profundidad de los océanos buscando ese mar que es para ti.
Entre mis piernas, ese mar. En el fondo hay unas flores que enterré en mi sangre, y en ella derramaron su perfume, en ella conquistaron todos los soles que amanecieron en mis labios.
Amor, que te sucedes en las lindes en que nadie ve, en esas invisibilidades propias de un dios enternecido, mira si en mis ojos se despierta ese mismo cielo que vi en tu mirada y que arrasó con mis lugares santos.

Desfallecí

Amor, desfallecí. Te esperé hasta el límite del día, hasta cuando el sol desaparece, hasta la estrella que salió con la premura de tus ojos.
Me envolví en cielo y en esas noches que las flores desataban. Me convertí en gusano, en lagartija para nadar entre las rocas, para poder reposar entre las grietas, y sentir el sudor de las pavesas que encendía con mi lumbre.
Amor, abrí la ventana para que la luna no se reflejase en el cristal, sino en tus ojos, y se me encarnase en la piel, en todo mi cuerpo que desespera de encontrarte en los límites del crepúsculo.
Amor, anochecí y te habías ido.
¿Naufragué en el umbral de mis hogares, en mi misma cama, con mis mismas sábanas? ¿Sembré con tomillo ese lecho que nos tuvo en el amor?
Mi corazón, a ti me llevas en este cielo que es como un compás lleno de astros, que se redondea entre los cúmulos de las oraciones por un deseo lunar y acostumbrado a ser océano con la sangre.

viernes, 1 de abril de 2016

Qué soledad

Amor, qué soledad ahuyenta el cielo. Entre los dioses bajan las estrellas. Me dicen que un día volverás, que un día en tu regreso brillarán en el Oriente cuando el sol haga su paso en el crepúsculo, y todo se tiña en el oeste.
Amor, qué sangre hay allá arriba que mis ingles distorsionan sus colores, y entre rastros escarlatas vibra el azul de los océanos en que la espuma es también azul, la espuma que refleja las mismas olas, con las mismas amapolas.
Amor, qué hay en tu cuerpo que me ofrece el cáliz consagrado, y maldita soy por la blasfema de que seas mi Dios entre los santos, entre las espadas medievales en que Lancelot fue el más vil de los mortales, en ese amor que acabó con su pureza y que le hizo un ser humano.
Eres mi Lancelot, mi más puro, mi más hombre puro entre el abismo, y es ese abismo que me hace amarte como si nunca hubieras caído en el infierno, como si tu alma me acompañase en el recorrido lunar entre los cielos.

Pronto

Amor, pronto vendrán las amapolas. Se las ve en la hierba, y perviven en la aridez de los arcenes. Esos arcenes en que corremos sin mirar a nuestro lado.
Amor, en esas amapolas soy el tallo y soy la fuente, el rojo de sus besos, las hojas de sus labios.
Hay un milagro que surge en sus raíces. Es la adormidera, que te atrapa como un cáliz.
Sombra de amor desesperada, el cielo parece inmóvil en tu seno.
Coge mis manos y acaricia la noche que nos viene, la noche que penetra en los misterios más firmes que arraigaron en el vuelo de los pájaros.
Amor, que vicisitudes me arrancan de las lágrimas, las que forman una escalera con tu llanto.
En el ámbar crecieron girasoles, y en el semáforo se erigieron las secuoyas con su propio corazón.
Hay una lentitud en el pan que me repartes, un guiño de rutina.
Es blanco el lecho vespertino, y mi cuerpo se envuelve con el fluir de esas violetas que a la montaña pertenecen.
Amor, le canto al grito, el que se queda en la garganta y se apropia del silencio.

Qué búsquedas

Amor, qué búsquedas me encuentran. Se me ciernen las manos, se me esconden. Sólo anhelo tu alma, sólo anhelo tus ingles donde viven los pétalos de los mares, los que devuelven los besos con las aguas.
Amor, qué cristalino es el gris del mar que brilla en plata con los vestigios de una luna que amanece.
Qué lunares tiene la espuma que todo lo devora. Qué hay en mis labios, qué palabras oculta la sangre mientras respira su propio oxígeno. Qué soledades en estas vísceras hambrientas del celo de las perras.
Un lobo solitario se agita con la mies y busca el camino del océano. En la garganta lleva la última comida, la última paloma arrancada del cielo.
Soy como ese lobo que come de tus manos, que se orilla junto a la playa desierta y se bebe los contornos de la carne.
Soy quién soy y mi manada me abandona. Paseo con los acentos de tus rosas.
Mi Amado, entre las noches.

Te me pareces

Amor, te me pareces a este día gris, a esta lluvia en que se inician los abriles, a este frío en que se trocó la primavera, con estos murales y con estos ojos.
Amor, te me pareces gris, como tu pelo, como este beso que pugna por salir, como sale el sol en el Oriente enmascarado por las nubes.
Las nubes derraman su aguacero, y están tristes, como tú, y tus pupilas llegan a asombrarme. En su azul se contiene el mismo cielo. En su azul hay una llama que perece: anuncia la muerte que vendrá con sus muslos vacíos, con sus áridos manantiales, que las cimas llevaron a las cumbres.
Hay una catedral entre la bruma: se encienden sus pilares.
Son de carbón, y queman.
Arde la memoria de los siglos y soy cautiva de la nada.
El sol sigue su camino de tormenta. El destino de la niebla es perecer. Las estrellas difuminan su grosor, y se desvive.
Cae con la lluvia.

jueves, 31 de marzo de 2016

He despertado

Amor, he despertado. Me he encontrado con tu anillo. ¿Para qué me diste este oro, esta plata que reluce entre los dedos?
Yo sólo quería tu mar, y tu costumbre. Sólo tu rutina de dormir, de bostezar entre la miel que acompaña el desayuno, de recoger las migas de ese pan que se nos pierden, los trozos de galletas, la mantequilla que hay que lavar con el mantel.
Sólo quería el aceite y tú me diste la aceituna.
En estos olivares la hoja tiene el verde profundo del amor, del amor que florece en el invierno y que florecido llega en primavera.
Así las ingles se me aroman con el fulgor de esos troncos que reciben las aguas de los cielos.
Amor, como un olivo llego hasta tus pies, y me recibes. Mi Amado, te daré rosas silvestres de las que hay cerca de mi casa, rosas de jardines que alguien abandonó a la intemperie, que nacen del corazón de esa tierra humedecida por tu esperma.

Qué lluvia

Amor, qué lluvia me traes que en el cuerpo es llovizna desatada, un diluvio callado y silencioso en que las gotas persiguen un corazón desabrigado, y la sangre que lo incita a renacer entre las brumas.
Amor, la niebla trae agua. O es el agua quién la trae. Así tu semen es espuma, ola de mar y caracola de esos mares, de esas tormentas estelares en que la luz desciende entre los lagos, entre las montañas que se erizan con la nieve de sus cimas.
Mi Amado, amo las tormentas. En su seno hay un despertar entre relámpagos, y los truenos es la voz de esos misterios blancos que brillan en el cielo.
Entre mis muslos está la luz. Allí vive y se demora. Entre tus piernas vive el residirse, el penetrarse, el encenderse de amor entre tus brazos.
Eres la blancura del semen que derramas, el que se posa sobre mi piel y la acaricia, el que se entrega entre las eyaculaciones del alba, cuando la noche perece entre las sábanas, y contradice las mismas estrellas que viven en su cuerpo.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Es de noche

Amor, es de noche y la piel me palpita en las estrellas. Me circunscribe la luz y me acompaña en este transitar de vagabunda, cuando sé que te vas y en mí permanece el almizcle de esta tarde.
Se me eleva el deseo, se me convierte en un deliro. En mis alucinaciones te quedas junto a mí y me das el cielo con tus ojos, me das la lluvia en tu mirada, me entregas tu semen en pequeñas hojas verdecidas.
Te me das. Y yo lo sé. Como sé que es preciso desprenderse. Que es preciso abandonar el lecho alguna vez. Que no se puede ser cuerpo desnudo para siempre.
Pero es este mi deseo. Ser desnuda junto a ti. Ser flor eterna. Luz de quiqué. Llama de vela que no consume su furor. El agua de tu boca y de tu esperma.
Amor, lejos no existe. No importa qué aire respiras, ni qué nieve te rodea. No importan las montañas que cruzan sus caminos. No importa nada más que este deseo que atraviesa todos los rincones del mundo para encontrarte, para traerte junto a mí y besar esos labios que me mienten.

Las ingles

Amor, las ingles se me incendian como si un fósforo me prendiese, como si las antorchas me quemasen entre flores de olores renacidos.
Amor, qué hermoso es el olor del sexo, el que queda en la piel después de amarse, el olor de follar a campo abierto, bajo las estrellas que pintaste en el tejado, y que sobrevuelan este lado de las sábanas.
Es mi aroma de hembra el que se prende de tus ingles. Hay algo animal en el amor. Un celo, un canto que se inicia con el coño, un deseo más allá de la ternura y que la envuelve.
Abrazo tu cuerpo desnudo, mi Amado, y abrazarte es darte libertad, pues te puedes ir en cuanto quieras. No preciso retenerte. Sé que en ti llevas mi piel y mi mirada. Sé que no hay nadie más que entregarte pueda lo que yo, este alma que suspira por la tuya, esta alma que se funde con tu cuerpo, esta carne que pronuncia tu nombre, que anhela tu polla, que es palabra y palabra cruenta, palabra que es sangre, y amante de tu fuente.

martes, 29 de marzo de 2016

Qué desvíos

Amor, qué desvíos nos envuelven. Qué desembocaduras. Qué instancias se abren allá lejos, donde los semáforos se confunden, donde las señales se subvierten, y sólo quedan las palabras. Sólo las palabras que nombran el amor y lo transforman en un destino que se ahoga en su propio corazón.
Amor, la muerte espera. Toca el órgano y la música de Bach se desparrama. Es el silencio de la calma, la paz de las hogueras, el fuego santo que todo lo convierte en la ceniza sagrada del deseo.
Amor, la muerte se dibuja. La muerte es la reina de las togas, la más sabia. La serpiente de las tentaciones, la que llama a los suicidas y que, bajo el puente, traza las líneas de la luna.
Mi Amado, qué oscuridad vendrá para quedarse. Qué labios besarán mi memoria, cuando me haya ido en pos del unicornio, cuando mis huellas se borren del camino y en tus besos quede mi boca para siempre.
Mi Amado, en qué lugares de las flores vendrá otra primavera. En qué silencio de las llamas ocurrirán las hecatombes. En qué agua, y en qué tierra.

Qué ciudad

Amor, qué ciudad me representa. Vino Jerusalén con aquel muro, donde se lamentan de las lágrimas, donde se llora la sangre derramada. Vino en aquellas calles que se estremecían al toque de un tambor que teníamos en el pecho, cuando las manos no llegaban a alcanzar esa inmanencia que salía del corazón y que era carne del Cordero, allí donde cenó por vez primera, con aquellas traiciones, con los gallos, con las cruces levantadas entre olivos y la voz de Dios en la tormenta.
Amor, en las tiendas de recuerdos vendían la memoria. En los bares ofrecían el vino, consagrado una y mil veces en la iglesia de la Anunciación.
Entre sombras y entre flores se nos volcará en las manos. Nos llegará al roce de los labios. Será como un ave que vuela más allá del deseo, allí donde las camas se unen en el albergue de las dádivas.
Se nos dio el amor en la cuna del tiempo. Se nos dio en sus mismas entrañas, en su mismo cielo. En su misma plática, en la palabra que es materia y también sustancia. En el mismo Verbo.

Qué densos

Amor, qué densos son los nidos de la plata. Qué augurios nos esconden. Dónde palpita el corazón, que se oculta a esta recién nacida primavera.
Estos rayos de sol se desvanecen con la caída de la luna. La luna nos desciende, a su paso por el cielo.
Amor, qué ojos blancos nos miran desde arriba. Qué labios no dejan de besar. Qué rotaciones viven en el alba, cuando las rosas se llenan de tu semen.
La amapola más blanca es la ternura. Mis manos son como dos lunares que han crecido, que han sobrepasado las ancianas cimas de la nieve, y se vuelcan en tus dedos. Se apresuran entre las derivaciones de las sendas donde la sangre deja huellas, donde los astros se inmiscuyen en la cotidiana ración del manantial, con el agua de los brocales en que el mar es un reflejo de ese agua que se mantiene con los besos.
Mi Amado, quebrar este silencio, quebrar mis mismas manos que me llevan a buscarte en el fiordo, tras los pasos del hielo, en el géiser, en el iceberg, en el témpano del tiempo.

lunes, 28 de marzo de 2016

Caen los pétalos

Amor, caen los pétalos. Hay una alfombra de flores a tus pies, una alfombra de penumbra.
Las flores negras se anegaron de un color inmarcesible. En tu piel se volvieron escarlatas, con dorados, con azules que descendieron de tus ojos.
Amor, este corazón que te acompaña se llena de hierba submarina, se desvive por tus lágrimas.
En este lugar en que las rosas se deciden a salir, en que dejaron la blancura para teñirse del rojo de los astros, mis pies esperan esa esa luna que sale a medianoche, y que ilumina las huellas de esas flores que cortaste en tu camino, ese estanque que florece cuando el agua recibe el alba entre su barro.
Amor, en este alquitrán que me rodea hay una duna preñada con su arena. Está preñada de tus besos, los que me diste con los labios.
Este manantial de asfalto es como un mar que se ennegrece y que refleja la misma noche que te busca en sus raíles de negrura.

No sé

Amor, no sé dónde están los pájaros. Se fueron y no veo sus contornos, sus andares, las flores en sus picos, las luciérnagas que les acompañaron en su vuelo.
No sé dónde puedo cobijarme. Sin sus nidos, sin sus alas. Dónde puedo guarecerme, si te has ido.
Amor, en esta casa hay unos labios para ti, para tus sueños, los que me contabas al despertar a la mañana, cuando salía el sol entre tus brazos.
Amor, todo es árido sin ti. El verde de los árboles se apaga. El cielo es gris, como la bruma. Los zapatos se me abren, sin tus manos.
La soledad es un preludio del silencio, ése que es hoja derramada, semen intocable.
Amor, encierras en tu nombre la tierra sagrada de los besos, las circunstancias de demora, el luto que abarca la distancia y que nace de la nocturnidad de las aguas, la que porfía en su camino y se desdice de la ablución de la noche, cuando la negrura nos lava intensamente con el caudal del cielo que recibe las profundidades más abrasadoras.

domingo, 27 de marzo de 2016

Floreces

Amor, floreces en mi cuerpo como si sólo existiese una única primavera.
Amor, eres flores en susurros, y en tu hálito llevas el invierno. En este marzo que se acaba me penetra la más pura trayectoria de los astros.
Amor, me antecedes junto al río que desprende el agua como si no pudiese contenerla, y en mis brazos terminasen sus incendios.
En ese sol que acaba de brillar, en este espacio en que lo negro me fulgura, eres mi guardián, el que vigila mi casa y su eterna mansedumbre.
Amor, que te citas y sobrepasas el ruido, que vienes por la senda de las inundaciones calladas de la lluvia, cuando cae el agua por los pilares y se inmiscuye en los cimientos.
Amor, en el silencio te reposas. Eres caudal ardiente de los pájaros. Allí beben de tus dedos, comen de tus uñas y viven en tus ojos.

Qué cualidad

Amor, qué cualidad hay en el aire que respira ahíto en su propio corazón. Qué luna se derrama, qué cielo la contiene.
Cómo vibra el ramo de amapolas que puse ante tus pies para que las regaras con tu semen.
Es sagrado el territorio de los astros, su centinela desnudo, el largo manto que lo cubre hecho de estrellas cosido por la luz.
En mí llamas el amor que me sostiene. Mi niño, di si en las flores puse toda mi dulzura, si en las espigas que me crecen en los pechos la nieve llega a acumularse como una escarcha permanente.
Pétalos de alba entre mis ingles, pétalos que incitan a los besos, resurrecciones de latidos.
Amor, vienes en la oración que me dispone a amar, y eres como esa misma oración que me surge entre los labios, en las manos recogidas, en la piel que me tiembla en tu recuerdo, en ese oasis en que se me convierte la memoria.
Amor, me traduces y hablas mi idioma y con la lluvia me entregas tu deseo.

Miro los barcos

Amor, miro los barcos. Al fondo el mar espera en sus azules, en su calma, espera el crepitar de unas palomas que escarban en la arena un panal que en su miel te resplandece.
Amor eres ensueño, cuando la nieve se aleja del umbral, cuando el alba surge de repente entre cañaverales sedientos de sustancia.
Amor que eres mar, mar que dudas del amor, que dudas entre una costa verdecida y una línea que se ahoga entre las nubes, amor que te reflejas en un mediodía que es cadáver cuando llegan las luciérnagas.
Materia de amor, ingles que se embellecen en la tarde, que me anidan el corazón apresurado, que se escapan del sosiego. Hay paz en esta prisa. Hay premura entre mis pasos.
Vive un lago entre los pétalos que estremecen sus hojas esparcidas en un agua que es brocal de lo invisible.

Me llevas a las rosas

Amor, me llevas a las rosas, me enciendes las quimeras. Contigo el cielo es más allá de tu mirada, es más allá de esas estrellas que me diste con tus besos.
Amor, es la penumbra. Cuando se acerca la noche es allá lejos, donde crecen las madreselvas, donde los jaguares se adormecen mientras comen, mientras devoran esta carne que te ama.
Amor, mi cuerpo es un crepúsculo y entre rojos se te ofrece.
Soy yo misma la ofrenda de la absolución, la que está envuelta en trinares insensatos, la que permanece con los pájaros.
Amor, que en mí olvidas y me rezas, que en mí entiendes porqué las rocas desmenuzan el tiempo, que sabes que en el alba apunta también la muerte que se espera.
La muerte sabe esperar. Se sabe certeza, confidencia de unos labios que palpitan en el negro transitar de sus besos.
Amor, eres un blanco latir en la negrura, un brote tierno de azahar que tiene su destino entre mis piernas.

Hay una ceniza

Hay una ceniza en el amor. Es de plata. Viene de la plata de la sangre, del azogue en que se mira.
Palpita en su corriente, y en las hojas que se llenan de resina hay un cúmulo de grises que llegan a la luna.
Amor, iluminas el cauce blanco de las dádivas, de lo que nos dieron las estrellas, esas luces diminutas que tenemos en las manos, en esas flores que se me orillan siendo flores, y que siendo flores desvanecen el parto de las lágrimas.
Me darás el agua de los lirios, la visión de las crisálidas.
En ti se cumplirá la profecía de los corazones, los que desnudaron el azar y se comieron la costumbre.
En mí será el misterio de lo oculto, el enigma que llevo entre las ingles, la hondura de un brocal que con el agua se inunda entre los árboles.

viernes, 25 de marzo de 2016

En esta noche

Amor, en esta noche que viene, que se cierne en su tristeza, veo cómo la sangre se dilata, cómo el corazón la convierte en agua en las arterias.
Es un agua bendecida por el fragor del deseo. Es un agua que contiene el tiempo de duración del universo.
Agua mantenida en el caudal del cielo. Agua que se vierte en el cuerpo, renacido en esta primavera que convierte las flores en misterio.
Amor, en este mundo hay una eternidad del frío. Es nieve y en ella se trasciende. En este lupanar en que la cama es un lecho de crisálidas soy la puta más puta de los cielos, la que desciende al abismo por tus ojos, las que en tu mirada es hiedra venenosa, la mayor ramera del incendio.
Amor que eres brisa desatada, carne ensangrentada, púrpura nacida de mis ingles, acomete el corazón con una entrega invisible e inmanente.

Este deseo

Amor, este deseo es como un cáliz consagrado, como una hostia bendecida. Es un corazón que cabalga hacia el ocaso.
Amor, en esta memoria que zahiere los recuerdos, en estos años que han pasado verdecidos, te entrego mis arterias, te entrego mi sangre inmaculada, te entrego mis ingles y mis huellas.
Amor, hay en las estrellas un lenguaje que habla con la luz. Es la luminaria de los cielos que me entregas con tus ojos. Es la sementera que acompaña el nacimiento de esta primavera.
Amor, que en la nostalgia te redimes, que cargas con la cruz de este calvario, y yo cargo con tu cruz y con la mía y veo en tu mirada cómo se vierte la sangre que acompaña la luz de tus pupilas.
Amor que eres firmamento, amor que eres el mismo cielo que viene a por nosotros, a que subamos por las estrellas en voz baja, a que aceleremos el paso de ese tiempo que se clava en los ijares de un corazón que es como la riada más grande de los tiempos.

Hay un árbol

Amor, hay un árbol que se eleva en el jardín. Sube y recorre la escalera que le lleva hasta los cielos. En ese agua que lo llena, en su transitar de savia, y verdecido, sus hojas se convierten en las ramas, y las ramas se visten de azul entre las flores.
Si este amor tiene que ser maldito, si este deseo me llevará a morir, sé que en la muerte hay una visión de ese árbol que se levanta hasta los cielos.
En la muerte hay esa visión y el amor no es más que la muerte bendecida, el aquelarre donde se quema la sustancia de las brujas que supieron amar entre los ángeles.
Amor, si soy una de esas brujas, si en mí hay un negro que se oprime en los latidos de los pétalos, en las simas de las conflagraciones, dime si en mi pecho guardo una esmeralda para ti, para que entre las hojas haya un verde más verde que ninguno.
Amor, en ti desnuda, en ti el misterio se antecede, se cumple mi destino, se cumple la profecía de la sangre, se cumple el Cristo, con su cruz y mi blasfemia.

Cantan los pájaros

Amor, cantan los pájaros. Cantan hasta la noche. Cantan la desnudez de la memoria. Cantan el olvido.
Hoy, que estás ahí, que me vives y conciernes, que te conviertes en el mayor de mis pensamientos, en el más grande fluir del corazón, sé que los manantiales permanecen húmedos y que las fuentes que se secaron vuelven a manar entre las lunas.
Amor, que te quedas en esta casa, que te quedas en estos labios que besaron el marzo más furioso, que en el viento te nombró, y al nombrarte me dio el mayor de mis alumbramientos, y parí, parí un deseo en la brutalidad de la sangre, vi cómo la sangre se convertía en la lava más ardiente del volcán más antiguo, y siendo arcaica fui mujer, mujer en mi deseo.
Hay pájaros en este cuerpo que se quedó sin alma. Te la di, y la cambiaste por mi amor. Te di el amor y lo cambiaste por deseo. Te di deseo y lo cambiaste por aquel amor que te entregué.
Y entre las flores que dibujan el amor, mi sangre, el pensamiento de mi sangre es para ti, para que lo peines y lo abraces, para que me beses un día en que la noche se quede sin estrellas.

Qué águila entreví

Amor, qué águila entreví, que me dio sus alas, me alojó en su nido, y desde allí pude contemplar toda la belleza de tus ojos.
Amor, como en la copla me miraste, y me dijiste que me amabas, que mi sangre te fluía por las venas, que en las corrientes encontrabas el agua sagrada del manantial, y en este río me veías, y yo era particularmente hermosa.
Me embebí de tu mirada, que me dio la lumbre para ir a verme en la luz que poseía, hablé con la lluvia, aprendí el idioma de las aguas, y la querencia se desnudó y en ella se quedó la piel.
Amor, que me mostraste lo que yo más iba a amar, que me diste la más bella de todas mis iluminaciones, que me preñaste de blancura como si mi alma pudiese descender por las simas de la espuma.
Amor, me volví llena. Fui el resplandor lunar y su costumbre, un cesto lleno de latidos como fresas que inundaron mi cuerpo, lo enraizaron, y lo cubrieron con las flores del deseo.

jueves, 24 de marzo de 2016

Un saludo

El segundo país del que tengo más visitas en mi blog es soprendente: Israel. Antes no había aparecido en las estadísticas. Estaban Irlanda, Estados Unidos, Portugal, España, México, Polonia, Ucrania, Rusia, Gran Bretaña, Francia, Alemania, casi todos países de habla no hispana. Así que un saludo a mis lectores israelíes y por supuesto a todos en general.

El cielo se me enciende

Amor, el cielo se me enciende. Me llevan los espacios, me lleva esta sangre que me llama, que me nombra, que me dice quién soy y que te amo.
Se me van las aves del invierno. Llega la primavera, el polen de las flores que se vierte contra el lodo, contra el barro que se llena de los pétalos. Y los pétalos que se marchitarán son como esas almas que en su seno se envejecen.
Amor, qué ansias todavía. Qué tiempo nos envuelve en estos años, que parecen transitar como transitan las estrellas, con su mismo viaje y su mismo estuario, en la desembocadura negra del estaño.
Amor, qué cobre concibieron mis entrañas. Qué estallidos de ternura. Qué ingles se me arden cuando el corazón te piensa, y en ese pensamiento se vuelca la palabra.
Amor, qué lejos está el día, en esta noche en la que el sueño se encarna en esta noche, en esta nocturnidad que es en su propia alma la misma respiración del deseo.