domingo, 28 de agosto de 2016

El transcurrir

¿Oyes cómo transcurre el mundo? La brisa se me pega en la piel y se amuralla, como un transcurrir cercano en este cuerpo que se llena de ternura.
La ternura, amor, tú me la diste. Me entregaste una caléndula y la planté entre mis pechos. La regué con pedacitos de mi carne y entre los pies derramé un trozo de espejismo, una visión, para que me los lamieras, para que mis corazones latiesen en tu boca.
Mi Amado, qué sucesos llegaron a entreabrirse entre tus labios. Quedé desnuda con tus besos, desnuda de deseo y de memoria, desnuda sola con mi sangre, y llena de una penumbra luminosa.
Qué metales estallaron en el descenso al inframundo. Cómo Perséfone esperaba que llegase el luto del invierno para vestirse con las flores que contiene la germinación del frío.
Entre los ramos de las rosas, entre los líquenes habita un amor que es deseo, y un arlequín se viste con la furia de ese tiempo que nos vive, y que se lleva la eternidad entre sus labios que besan a la muerte y la concitan en lo más profundo del Hades.

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